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Ready Player One - Ernest Cline

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Ella sonrió.

—¿El jefe de metalurgia del rey Carlos V de España?

—A su servicio —respondí, sonriendo también.

Ella captó al momento mi cita de Los inmortales, y me lanzó otra al vuelo. Era

Art3mis, no había duda.

—Qué listo. —Se fijó un instante en el estrado vacío, detrás de mí, y volvió a

mirarme—. Cuéntamelo ya. ¿Qué tal te ha ido?

—¿Qué tal me ha ido en qué?

—La justa contra Acererak —respondió, como si fuera obvio.

Y de pronto lo comprendí. No era la primera vez que Art3mis pasaba por allí. Yo

no era el primer gunter en descifrar la quintilla ni en encontrar la Tumba de los

Horrores. Art3mis se me había adelantado. Y, como sabía lo del juego La justa, era

evidente que ya se había enfrentado al cadáver viviente. Pero, de tener la Llave de

Cobre, no tendría ningún motivo para regresar a aquella mazmorra. Así pues, también

era evidente que no la tenía. Se había enfrentado a Acererak y había perdido. Por eso

había vuelto, para intentarlo de nuevo. ¿Por qué no? Aquél podía ser su noveno o

décimo intento. Y sin duda también daba por supuesto que el cadáver viviente

también me había derrotado a mí.

—¿Eh? ¿Estás ahí? —preguntó, dando unas pataditas en el suelo, impaciente—.

Estoy esperando.

Me planteé la posibilidad de abalanzarme sobre ella. Salir corriendo, dejarla atrás,

recorrer el laberinto y regresar a la superficie. Pero, si lo hacía, Art3mis sospecharía

que yo había conseguido la llave y me mataría para quitármela. La superficie de

Ludus estaba claramente marcada como zona segura en el mapa de Oasis, lo que

significaba que allí no se permitían los combates cuerpo a cuerpo. Pero no tenía modo

de saber si sucedía lo mismo en aquel sepulcro, porque era subterráneo y ni siquiera

aparecía en el mapa del planeta.

Art3mis me parecía una contrincante temible. Cota de malla. Pistolas de rayos. Y

aquella espada élfica que llevaba podía resultar mortífera. Aunque sólo la mitad de

los recursos a los que hacía referencia en su blog fueran ciertos, su avatar debía de

encontrarse al menos en el nivel 50. O en uno superior. Si en la mazmorra estaban

permitidos los combates PvP, le daría una buena paliza a mi avatar de nivel 10.

En definitiva, tenía que proceder con cautela. Y decidí mentir.

—Me ha destrozado —dije—. La justa nunca se me ha dado muy bien.

Art3mis pareció relajarse un poco. Al parecer, era la respuesta que deseaba oír.

—Sí, a mí me pasa lo mismo —confesó en tono lastimero—. Halliday programó

al rey Acererak con una buena dosis de inteligencia artificial, ¿no te parece? Es muy

difícil ganarle. —Entonces se fijó en la espada, que yo todavía sujetaba, a la

defensiva—. Ya puedes guardártela. No pienso morderte.

www.lectulandia.com - Página 85

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