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Ready Player One - Ernest Cline

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La partida final, de desempate, duró más que las otras dos juntas. Durante la

oleada final, fueron tantos los buitres que llenaron el campo de juegos que los dos

debíamos pulsar sin parar los botones de disparo mientras movíamos los joysticks a

izquierda y a derecha. Acererak ejecutó un movimiento final desesperado, para evitar

mi ataque, pero quedó un milímetro por debajo de mí. Su última montura murió tras

sucumbir a una explosión pixelada.

En la pantalla aparecieron las palabras PLAYER TWO GAME OVER y el

cadáver dejó escapar un alarido de rabia que me puso los pelos de punta. Golpeó el

costado de la máquina con el puño y ésta se desintegró en millones de diminutos

píxeles que se esparcieron por el suelo. Después se volvió para mirarme.

—Enhorabuena, Parzival —dijo, haciendo una reverencia—. Has jugado bien.

—Gracias, noble Acererak —le respondí, reprimiendo las ganas de dar saltos y

menear el culo victoriosamente, apuntándolo hacia él.

Lo que sí hice fue devolverle la reverencia. Al hacerlo el cadáver viviente se

transformó en un hechicero alto, ataviado con una túnica negra y ancha. Lo reconocí

al momento: era el avatar de Halliday, Anorak.

Lo miré, anonadado. Durante años los gunters habían especulado sobre la

posibilidad de que Anorak siguiera vagando por Oasis, convertido en PNJ autónomo.

El fantasma de Halliday metido en la máquina.

—Y ahora —dijo el brujo, que hablaba con la voz inconfundible de Halliday—,

tu premio.

La cámara quedó inundada por el sonido de una gran orquesta. Cuernos

triunfantes a los que enseguida se unió una animada sección de cuerda. Reconocí

aquella melodía: se trataba del último tema de la banda sonora original de La guerra

de las galaxias, de John Williams, el que sonaba cuando la princesa Leia entrega a

Luke y a Han sus medallas (y Chewbacca como tal vez recordéis, obtiene la espada

de luz).

A medida que la música seguía in crescendo, Anorak alargó la mano derecha.

Allí, en su mano abierta, estaba la Llave de Cobre, el objeto que millones de personas

llevaban buscando desde hacía cinco años. Cuando me la entregó, la música dejó de

sonar gradualmente y en ese mismo instante oí un sonido como de campanilla.

Acababa de obtener cincuenta mil puntos, suficientes para que mi avatar pasara

directamente al nivel 10.

—Adiós, señor Parzival —dijo Anorak—. Te deseo buena suerte en tu búsqueda.

No tuve tiempo de preguntarle qué se suponía que debía de hacer a continuación,

ni dónde encontraría la siguiente puerta, porque su avatar se esfumó tras emitir un

destello de luz, acompañado del efecto de sonido característico de la

teletransportación, que yo sabía que estaba tomado de los dibujos animados de

Dragones y mazmorras, producidos en los años ochenta.

www.lectulandia.com - Página 81

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