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Ready Player One - Ernest Cline

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Hache y durante un tiempo había tenido una máquina en su sala de chats. Muchas

veces, cuando quería zanjar una discusión o alguna disputa estéril sobre cultura pop

me retaba a una partida. Durante unos meses, jugamos casi todos los días. Al

principio, Hache era un poco mejor que yo y tenía por costumbre regodearse en sus

victorias. Aquello me molestaba bastante y empecé a practicar por mi cuenta, a jugar

varias partidas por las noches contra un contrincante de inteligencia artificial.

Perfeccioné mis habilidades hasta que logré derrotar a Hache repetida y

sistemáticamente. Y entonces era yo quien me regodeaba, saboreando mi venganza.

La última vez que jugamos le di tal paliza que él se enfadó y juró no volver a jugar

conmigo. Desde entonces, para solucionar nuestras disputas, jugábamos a Street

Fighter II.

Descubrí que tenía bastante más oxidado de lo que creía mi dominio de La justa.

Me pasé los primeros cinco minutos intentando relajarme y acostumbrarme a los

mandos y al ritmo del juego. Durante ese tiempo, Acererak consiguió matarme dos

veces, arrojando sin piedad su montura alada contra la mía en una trayectoria

perfecta. Manejaba los mandos de una máquina con la calculada perfección, que,

claro, es lo que era: un PNJ de inteligencia artificial, programado por el propio

Halliday.

Hacia el final de nuestra primera partida noté que empezaba a recuperar los

movimientos y los trucos que había ido aprendiendo durante aquellas sesiones

maratonianas con Hache. Pero a Acererak no le hacía falta ningún calentamiento. Él

estaba en plena forma desde el principio y yo no iba a poder compensar lo mal que

había jugado durante los primeros minutos. De hecho, mató a mi último hombre

cuando yo todavía no había sumado ni treinta mil puntos. Vergonzoso.

—La primera partida es para mí, Parzival —dijo, forzando una sonrisa—. Queda

otra.

El rey no estaba dispuesto a perder el tiempo haciéndome permanecer a su lado

observando cómo jugaba, él solo, el resto de la partida. Se agachó, desenchufó la

máquina y volvió a enchufarla. Tras mostrar la secuencia de arranque —todo un

despliegue cromático de Williams Electronics—, hizo aparecer de la nada otras dos

monedas y las metió en la ranura.

—¿Estás listo? —volvió a preguntarme, inclinándose sobre el panel de control.

Vacilé un momento antes de decidirme a preguntarle algo.

—En realidad, no sé si te importaría cambiar de lado. Estoy acostumbrado a jugar

a la izquierda.

Era cierto. Cuando jugaba con Hache en El Sótano, yo siempre llevaba el

avestruz. Y me había dado cuenta de que jugar en el lado derecho me había restado

algo de ritmo.

Me pareció que Acererak reflexionaba durante unos momentos, antes de asentir.

www.lectulandia.com - Página 79

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