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Ready Player One - Ernest Cline

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convirtió al instante en una de aquellas máquinas de videojuegos arcade, las que

funcionaban con monedas y en las que se jugaba de pie en los salones recreativos.

Del panel de control sobresalían dos joysticks, uno amarillo y otro azul. No pude

evitar sonreír al leer el nombre del juego en la marquesina iluminada: «Joust.

Williams Electronics, 1982.»

—Jugaremos al mejor de tres partidas —masculló Acererak—. Si ganas, te

concederé lo que buscas.

—¿Y si ganas tú? —le pregunté, a pesar de conocer la respuesta.

—Si salgo victorioso… —respondió él, y los rubíes de sus ojos centellearon—,

¡morirás!

En su mano derecha apareció una bola de luz incandescente, anaranjada, que

giraba mientras él la levantaba amenazante.

—Sí, sí, claro —balbucí—. Ya lo suponía. Sólo quería asegurarme.

La bola de fuego que sostenía desapareció. Acererak alargó la mano

apergaminada, con la que sujetaba dos monedas.

—Yo pago las partidas —dijo.

Se acercó más a la máquina de las justas y metió las dos monedas en la ranura de

la izquierda. El juego emitió dos avisos electrónicos graves y el marcador pasó de 0 a

2.

Acererak se asignó el joystick amarillo, el que quedaba a la izquierda del panel de

control, y lo agarró con sus dedos huesudos.

—¿Estás listo? —graznó.

—Sí —respondí yo, aspirando hondo.

Hice chasquear los nudillos y agarré el joystick del «jugador 2» con la mano

izquierda, al tiempo que colocaba la derecha sobre el botón de disparo.

Acererak movió la cabeza a izquierda y derecha y el cuello le crujió como si

acabara de partirse la rama seca de un árbol. A continuación pulsó el botón de «2

jugadores» y la justa empezó.

La justa era un videojuego arcade clásico de la década de los ochenta. Cada

jugador controla a un caballero armado con una lanza. El «jugador 1» va montado en

un avestruz y el «jugador 2», en una cigüeña. Tienes que agitar las alas para volar por

la pantalla y batirte en una justa contra el otro jugador, así como contra varios

caballeros enemigos controlados por el ordenador (todos montados en buitres).

Cuando chocas contra un oponente, aquel cuya lanza quede más alta en la pantalla

gana la justa. El perdedor muere y pierde una vida. Cada vez que matas a alguno de

los caballeros enemigos, su buitre pone un huevo verde que no tarda en convertirse en

otro caballero enemigo si no lo atrapas a tiempo. También pulula por ahí un

pterodáctilo alado y aparece de vez en cuando para sembrar el caos.

Hacía más de un año que no jugaba a La justa. Era uno de los juegos favoritos de

www.lectulandia.com - Página 78

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