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Ready Player One - Ernest Cline

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siempre, y les impedían participar en La Cacería de Halliday. Y ningún gunter estaba

dispuesto a correr ese riesgo.)

Otra de mis ventajas (al menos eso esperaba yo) era que sabía exactamente qué

iba a encontrarme una vez que entrara en la tumba, porque el módulo me

proporcionaba un mapa detallado del laberinto y me informaba, además, de dónde

estaban situadas las trampas y de cómo desactivarlas o evitarlas. También sabía qué

cámaras alojaban monstruos y dónde se ocultaban las armas y los tesoros. A menos,

claro está, que Halliday los hubiera cambiado de sitio. Si eso era sí, la había cagado.

Pero, por el momento, estaba tan emocionado que nada me preocupaba. Acababa de

hacer el descubrimiento más importante de mi vida. Me encontraba a escasos minutos

del lugar donde se hallaba oculta la Llave de Cobre.

Finalmente llegué al principio del bosque y me metí en él corriendo. Estaba lleno

de arces, robles, abetos y alerces perfectamente representados. Por su aspecto, parecía

que los árboles hubieran sido generados con las plantillas de paisaje estándar de

Oasis, pero el grado de detalle que alcanzaban resultaba asombroso. Me detuve para

examinar de cerca uno de ellos y vi unas hormigas aferradas a las intrincadas estrías

de la corteza. Tanto esmero era buena señal: iba por buen camino.

Como no había ningún sendero, dejé abierto el mapa en una esquina del

visualizador y lo seguí hasta llegar a la colina con la cima de calavera que marcaba la

entrada de la tumba. Y, en efecto, se encontraba donde indicaba el mapa, en un gran

claro situado en el centro del bosque. Al poner un pie en ella, sentí que el corazón me

latía con tal fuerza que estaba a punto de salírseme del pecho.

Trepé hasta lo alto de aquella cima y fue como si acabara de montarme en la

imagen del módulo de Dragones y mazmorras. Consultando el mapa pude localizar el

lugar exacto de la pared rocosa donde se suponía que se encontraba, oculta, la entrada

a la tumba. Entonces, con el escudo a modo de pala, empecé a cavar. A los pocos

minutos di con la boca de un túnel que conducía a un pasadizo subterráneo, oscuro.

El suelo del corredor era un mosaico construido con piedras de colores, que

dibujaban un sendero ondulante, de baldosas rojas. Una vez más, la descripción del

módulo de Dragones y mazmorras coincidía con lo que tenía delante.

Desplacé el mapa de la mazmorra donde se encontraba la Tumba de los Horrores

al ángulo superior derecho de mi visualización y lo hice un poco más transparente.

Después volví a atarme el escudo a la espalda y saqué la linterna. Miré a mi alrededor

una vez más para asegurarme de que nadie me veía y, espada en mano, entré en la

Tumba de los Horrores.

www.lectulandia.com - Página 74

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