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Ready Player One - Ernest Cline

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visualizador.

Desesperadamente busqué en mis sitios warez favoritos hasta que di con una

aplicación de reconocimiento de imagen de alta resolución del atlas de Oasis.

Después de descargarme el software vía Guntorrent, tardé unos cuantos minutos más

en descubrir cómo se hacía para escanear la superficie de Ludus en busca de una

colina que tuviera en su cima unas rocas negras, grandes, dispuestas en forma de

calavera humana. Una colina que por su tamaño, forma y aspecto, coincidiera con la

ilustración del módulo de «La Tumba de los Horrores».

Tras unos diez minutos de rastreo, el software señaló una posible coincidencia.

Contuve el aliento mientras colocaba una imagen ampliada del mapa de Ludus

junto a la ilustración de cubierta del módulo de Dragones y mazmorras. La forma de

la colina y el dibujo de la calavera de piedras coincidían exactamente con las de la

ilustración.

Reduje un poco el tamaño y me alejé lo bastante para confirmar que el extremo

norte de la colina terminaba en un acantilado de arena y gravilla suelta. Igual que en

el módulo original de Dragones y mazmorras.

Solté un grito de alegría que resonó en el aula vacía y rebotó en las paredes de mi

pequeño escondite. ¡Lo había conseguido! ¡Acababa de encontrar la Tumba de los

Horrores!

Cuando, al cabo de un rato, conseguí tranquilizarme, realicé algunos cálculos

rápidos. La colina se hallaba próxima al centro de un bosque con forma de ameba en

el extremo más alejado de Ludus, a unos cuatrocientos kilómetros de mi colegio. Mi

avatar podía correr a una velocidad máxima de cinco kilómetros por hora, por lo que

tardaría más de tres días en llegar a pie si corría sin parar. Si pudiera

teletransportarme, llegaría en cuestión de segundos. La tarifa no sería muy elevada,

pues la distancia era poca. Tal vez, como máximo, unos cientos de créditos. Por

desgracia, no disponía ni siquiera de esa cantidad en mi cuenta en Oasis, que estaba a

cero.

Consideré mis opciones. Hache me prestaría el dinero para el desplazamiento,

pero no quería pedirle ayuda. Si no era capaz de llegar solo a la tumba, significaba

que no era digno de llegar. Además, tendría que mentirle, no decirle para qué quería

el dinero, y como nunca se lo había pedido, cualquier excusa que pusiera sonaría

sospechosa.

Al pensar en Hache no pude evitar que se me escapara una sonrisa. Iba a alucinar

cuando se enterara. ¡La tumba estaba escondida a menos de setenta kilómetros de su

colegio! Prácticamente en el patio trasero.

Aquello me dio una idea, una idea que me llevó a ponerme en pie de un salto. Salí

de clase a toda prisa y corrí por el pasillo.

No sólo acababa de ocurrírseme la manera de teletransportarme hasta la otra

www.lectulandia.com - Página 70

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