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Ready Player One - Ernest Cline

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Hache.

A él lo vi despatarrado en uno de los tres sofás de El Sótano, colocados formando

una U frente al televisor. El avatar de Hache era alto, ancho de hombros, blanco, de

pelo negro y ojos castaños. Una vez le había preguntado si, en la vida real, se parecía

en algo a su avatar y él, en broma, me había respondido: «Sí, pero en la vida real soy

aún más guapo.»

Al acercarme, levantó la vista del juego Intellivision con el que estaba

practicando y me dedicó una de sus características sonrisas de oreja a oreja, tipo gato

de Cheshire.

—¡Zeta! —me gritó—. ¿Qué tal, amigo? —Alargó la mano derecha y me la

estrechó mientras yo me sentaba a su lado.

Hache había empezado a llamarme Zeta poco después de que nos conociéramos.

Le gustaba poner a la gente como apodos letras. El nombre de su avatar, por ejemplo,

correspondía a la letra hache.

—¿Cómo estás, Humperdinck? —le pregunté yo.

Solíamos hacer bromas al respecto. Siempre lo llamaba por algún nombre que

empezara por hache, como Harry, Hubert, Henry o Hogan. Intentaba adivinar cuál era

su verdadero nombre porque una vez me había confesado que empezaba por esa letra.

Conocía a Hache desde hacía poco más de tres años. Él también estudiaba en

Ludus y estaba en el último curso de la EPO N.° 1172, en el otro extremo del planeta

respecto de la mía. Nos conocimos un fin de semana en un chat público de gunters y

casamos al momento porque compartíamos los mismos intereses, lo que equivale a

decir que compartíamos un interés: la obsesión por Halliday y su Huevo de Pascua. A

los pocos minutos de conversación supe que Hache era auténtico: un gunter de elite

de gran agilidad mental. Lo sabía todo de los ochenta, no sólo lo básico. Era un

verdadero estudioso de Halliday. Y al parecer él también había visto las mismas

cualidades en mí, porque me dio su tarjeta de contacto y me invitó a pasar por El

Sótano siempre que quisiera. Desde entonces se había convertido en mi mejor amigo.

Con los años, entre nosotros se había ido desarrollando una rivalidad amistosa.

Nos metíamos mucho el uno con el otro sobre cuál de los dos lograría que su nombre

apareciera antes en La Tabla. Y nos pasábamos el rato intentando impresionarnos

mutuamente con nuestros conocimientos sobre detalles nimios de gunters. En

ocasiones, incluso, indagábamos juntos. De hecho, nuestra investigación consistía,

por lo general, en ver películas malas y series de televisión de los ochenta allí, en su

sala de chat. También usábamos mucho sus videojuegos, claro. Hache y yo

malgastábamos un montón de horas en clásicos para dos jugadores como Contra,

Golden Axe, Heavy Barrel, Smash TV e Ikari Warriors. Excluyéndome a mí mismo,

Hache era el mejor jugador que había conocido en mi vida. En la mayoría de los

juegos estábamos al mismo nivel, pero en algunos me ganaba de calle, sobre todo en

www.lectulandia.com - Página 39

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