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Ready Player One - Ernest Cline

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Podríamos franquearla los tres juntos, antes de que Sorrento nos diera alcance. Estaba

seguro.

Pero no me moví. Lo que sí hice, en cambio, fue extraer la Cápsula Beta y

sostener el pequeño cilindro metálico en la palma de mi mano.

Sorrento había intentado matarme. Y, de paso, se había cargado a mi tía, a varios

vecinos, entre ellos a la dulce señora Gilmore, que jamás en su vida había hecho daño

a nadie. También había asesinado a Daito, que era mi amigo, a pesar de que no

habíamos llegado a conocernos personalmente.

Acababa de quitarle la vida al avatar de Shoto, arrebatándole la oportunidad de

franquear la Tercera Puerta. Sorrento no merecía su poder, el cargo que ocupaba. En

ese momento supe que lo que Sorrento merecía era una derrota y una humillación

públicas. Merecía que le dieran una patada en el culo en presencia de toda la

humanidad.

Sostuve la Cápsula Beta muy alta sobre la cabeza y pulsé el botón que la activaba.

El destello de luz que siguió fue cegador y el cielo enrojeció, mientras mi avatar

cambiaba, crecía y se transformaba en un alienígena humanoide de piel roja y

plateada, ojos resplandecientes con forma de huevo y rara cabeza con aleta, y una luz

de intensidad intermitente encajada en el centro del pecho. Durante los tres minutos

siguientes, sería Ultraman.

Mechagodzilla dejó de gritar y destrozarlo todo. Su mirada, hasta entonces

dirigida hacia abajo, donde mi pequeño avatar se encontraba un segundo antes, se

desplazó lentamente hacia las alturas, para abarcar en su totalidad a su nuevo

oponente, y nuestros ojos brillantes se encontraron al fin. Me hallaba cara a cara

frente al robot de Sorrento, igualándolo casi en altura y tamaño.

El robot de Sorrento dio varios pasos atrás, torpemente. Sus ojos volvían a brillar.

Yo me agaché un poco, adoptando una postura ofensiva, y me fijé en que en una

esquina de mi visualizador había aparecido un marcador que acababa de iniciar una

cuenta atrás desde los tres minutos:

2:59, 2:58, 2:57…

Bajo ese contador aparecía un menú en el que, en japonés, se enumeraban los

distintos ataques de energía de Ultraman. Sin dudarlo escogí el Rayo Specium y

levanté mucho los brazos frente a mí, uno en posición horizontal y el otro en posición

vertical, formando una cruz. Un rayo de energía blanca, intermitente, salió disparado

de mis antebrazos e impactó en el pecho de Mechagodzilla, empujándolo hacia atrás.

Perdido el equilibrio, Sorrento, sin control, tropezó con sus descomunales pies. Su

robot cayó al suelo y aterrizó de lado.

Los miles de avatares que observaban desde el caótico campo de batalla, a

nuestro alrededor, estallaron en vítores.

Salí volando por los aires y ascendí medio kilómetro en línea recta. Entonces me

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