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Ready Player One - Ernest Cline

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Pero mi voz quedó ahogada por el sonido del rayo que brotaba de la boca del

dragón metálico, y que impactó en el centro de la espalda del robot de Shoto,

haciéndolo explotar en medio de una bola de fuego.

Oí un breve chirrido de electricidad estática en el canal de comunicación. Volví a

llamar a Shoto, pero no respondió. En mi visualizador apareció entonces un mensaje

que me informaba de que el nombre de Shoto acababa de desaparecer de La Tabla.

Estaba muerto.

Cobrar conciencia de ello me dejó aturdido unos instantes, en un momento muy

inoportuno, porque Sorrento seguía disparando el rayo con un barrido veloz, un arco

que recorría el suelo en diagonal y alcanzaba el muro del castillo, en mi dirección.

Finalmente, cuando reaccioné, ya era demasiado tarde: Sorrento alcanzó mi robot en

la zona inferior del torso, una fracción de segundo antes de que el rayo cesara.

Bajé la mirada y constaté que la mitad inferior de mi robot acababa de explotar.

Todos los indicadores de alerta de la cabina empezaron a emitir destellos, mientras mi

mecano se desintegraba en el cielo, partido en dos mitades humeantes.

No sé cómo tuve la presencia de ánimo de levantar la mano y tirar del mando de

eyección situado encima del asiento. El techo de la cabina se abrió y de un salto salí

del robot en pleno descenso, instantes antes de que impactara en la escalinata del

castillo, matando a varios avatares allí concentrados.

Encendí las botas de propulsión de mi avatar, justo antes de impactar en el suelo,

y ajusté al momento los controles de mi equipo de inmersión, que manejaba a mi

avatar y no a un robot gigante. Logré aterrizar de pie delante del castillo, libre de la

chatarra incendiada de Leopardon. Un segundo después de tomar tierra, una sombra

me cubrió y al volverme descubrí al monstruo de Sorrento ocultando el cielo.

Levantó su inmenso pie izquierdo, dispuesto a aplastarme.

Di tres pasos rápidos, salté y una vez en el aire activé mis botas de propulsión. El

salto me libró por los pelos del pisotón de Mechagodzilla, que dejó un cráter en el

lugar exacto donde yo me encontraba hacía apenas un segundo. La bestia de metal

soltó otro chillido ensordecedor, seguido de una carcajada atronadora y hueca. La risa

de Sorrento.

Corté el chorro de propulsión de mis botas y adopté forma de bola. De ese modo

caí al suelo rodando y cuando me detuve, me puse en pie. Alcé la vista para verle la

cara metálica al lagarto. Sus ojos, en ese momento, no brillaban… Así que podía

propulsarme una vez más y llegar al interior del castillo sin dar tiempo a Sorrento a

dispararme de nuevo. Y él no podría seguirme al interior, a menos que se

desprendiera de su robot gigante.

Oí que Art3mis y Hache me gritaban por el comunicador. Ya estaban dentro,

frente a la puerta, esperándome.

Lo único que tenía que hacer era entrar volando en el castillo y unirme a ellos.

www.lectulandia.com - Página 314

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