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Ready Player One - Ernest Cline

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Voltron). Pero el robot de Sorrento, por algún motivo, permanecía intacto. Los

proyectiles que impactaban en él parecían rebotar sin hacerle nada. Docenas de naves

espaciales zumbaban y volaban a su alrededor, salpicándolo de fuego aéreo, pero sus

ataques tampoco parecían surtir demasiado efecto.

—¡Ahí voy! —gritó Hache por el intercomunicador—. Esto va a ser como en

Amanecer Rojo.

Y, dicho esto, lanzó todo el fuego de su poderoso Gundam sobre Sorrento.

Simultáneamente, Shoto empezó a disparar las flechas del arco de Raideen, al tiempo

que el robot de Art3mis disparaba una especie de rayo rojo de energía que parecía

originarse en los pechos metálicos y gigantescos de Minerva X. Sin querer quedar

atrás, yo disparé el arma de Leopardon, el Arco de Vuelta, un boomerang dorado que

partía de la frente del mecano.

Aunque los cuatro impactos dieron en el blanco, sólo el rayo de Art3mis pareció

causar cierto daño en Sorrento, pues logró arrancarle un pedazo de metal al hombro

del lagarto y desactivar así el cañón que llevaba instalado en él. Pero Sorrento no se

detuvo en su avance. Mientras seguía aproximándose, los ojos de Mechagodzilla

empezaron a brillar con una tonalidad azulada. Entonces abrió la boca y una cascada

de rayos azules salió disparada de ella. El haz de luz impactó en la tierra, frente a

nosotros, y abrió un socavón humeante en el suelo que se tragó a todos los avatares y

naves que encontró por el camino. Los cuatro logramos mantenernos a salvo saliendo

disparados gracias a nuestros cohetes, aunque yo estuve a punto de ser alcanzado. El

rayo impactó un segundo después, pero Sorrento seguía avanzando. Me di cuenta de

que el resplandor de sus ojos ya no era azul. Al parecer, debía recargar el arma.

—Creo que hemos dado con el gran jefe —bromeó Hache por el comunicador.

Los cuatro empezábamos a abrirnos y a rodear a Sorrento, convirtiéndonos

nosotros mismos en blancos móviles.

—Esto no me gusta, tíos —dije—. No creo que podamos destruir esa cosa.

—Astuta observación, Zeta —intervino Art3mis—. ¿Se te ocurre alguna idea

brillante?

Lo pensé durante unos instantes.

—¿Y si yo lo distraigo mientras vosotros tres vais por el otro lado y os dirigís a la

entrada del castillo?

—Podría funcionar —dijo Shoto que, en vez de dirigirse hacia el castillo, se elevó

y voló directamente hacia Sorrento, salvando la distancia en pocos segundos—. ¡Id

vosotros! —gritó por el comunicador—. ¡Este cabrón es todo para mí!

Hache se acercó a Sorrento por el flanco derecho, y Art3mis viró a la izquierda,

mientras yo ascendía por el aire y me colocaba directamente sobre él. Abajo, veía a

Shoto plantar cara a Sorrento, a pesar de que la diferencia de tamaño resultara

preocupante. El robot de Shoto parecía una figurita de acción comparada con el

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