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Ready Player One - Ernest Cline

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Un intenso destello de luz acompañó la detonación y me cegó momentáneamente.

Cuando remitió, volví a concentrar la mirada en el castillo. El escudo había

desaparecido. Nada separaba a los ejércitos de sixers y gunters. Sólo el campo abierto

y el espacio vacío.

Durante unos cinco segundos no sucedió nada. El tiempo parecía haberse

detenido y todo permanecía inmóvil, en silencio. Pero entonces fue como si se

hubieran abierto las puertas del infierno.

Sentado solo ante el puente de mando de mi robot, solté un grito silencioso de

alegría. Por increíble que pareciera, mi plan había funcionado. Pero no había tiempo

para celebraciones, me encontraba en medio de la mayor batalla de la historia de

Oasis.

No sé qué esperaba que ocurriera a continuación. Tal vez confiaba en que una

décima parte de los gunters presentes se unieran a nuestro asalto contra los sixers.

Pero en cuestión de segundos quedó claro que todos ellos pretendían sumarse a la

batalla. Un desgarrador grito de guerra se elevó de los miles de avatares que nos

rodeaba, y todos ellos, desde distintas direcciones, avanzaron y rodearon al ejército

enemigo. Su decisión fue lo que me asombró, porque parecía claro que muchos de

ellos se dirigían a una muerte segura.

Observé, asombrado, el choque de aquellas dos fuerzas poderosas que se producía

a mi alrededor, tanto en tierra como en el aire. La escena era caótica, sobrecogedora,

como si varios enjambres y avisperos hubieran colisionado y caído sobre un

gigantesco hormiguero.

Art3mis, Hache, Shoto y yo permanecíamos en el centro de la batalla. Al

principio, el temor a aplastar a la oleada de gunters que se arremolinaba en torno a los

pies de mi robot me impedía moverme. Pero Sorrento no esperó a que nadie se

apartara de su camino, aplastó a grupos enteros de avatares (algunos de ellos soldados

de su propia tropa), bajo los pies titánicos de su mecano, en su lento y pesado avance

hacia nosotros. Cada vez que plantaba un pie en el suelo, creaba un pequeño cráter en

la superficie rocosa del planeta.

—Oh, oh —oí que murmuraba Shoto al tiempo que su robot adoptaba una

posición defensiva—. Ahí viene.

Los robots de los sixers ya habían empezado a abrir fuego en todas direcciones.

Sorrento era quien recibía más impactos, porque su mecano era el blanco más

distinguible en el campo de batalla y ningún gunter con arma de alcance parecía

resistir la tentación de dispararle. La intensa lluvia de proyectiles, bolas de fuego,

misiles mágicos y rayos láser destruían y desactivaban rápidamente a los demás

robots de los sixers (que no llegaron nunca a tener la posibilidad de convertirse en

www.lectulandia.com - Página 311

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