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Ready Player One - Ernest Cline

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0034

Estaba listo.

Mi avatar iba equipado hasta las cejas y armado hasta los dientes. Llevaba tantos

artículos mágicos y tanta munición como cabía en el inventario.

Todo estaba en su sitio. Nuestro plan, en marcha. Era hora de partir.

Me dirigí al hangar de mi fortaleza y pulsé un botón para abrir las compuertas de

lanzamiento. Se abrieron al instante, revelando, poco a poco, el túnel que conducía a

la superficie de Falco. Caminé hasta el final de la pista, dejando atrás mi Ala-X y

Vonnegut. Aunque eran buenas naves y estaban dotadas de armas y defensas

excelentes, no iba a usarlas en esa ocasión, ninguna de las dos me ofrecería

protección suficiente ante la épica batalla que estaba a punto de tener lugar en Ctonia.

Afortunadamente, contaba ya con un nuevo medio de transporte.

Separé de mi inventario el robot Leopardon de treinta centímetros y lo dispuse

con cuidado sobre la pista. Poco antes de que me detuvieran los de IOI, había

dedicado cierto tiempo a examinar aquel juguete para verificar cuáles eran sus

poderes. Como sospechaba, en realidad se trataba de un artilugio de gran poder

mágico. No tardé en averiguar cuál era la palabra que había que pronunciar para

activarlo. Como en la serie original de Supaidaman, bastaba con gritar el nombre del

robot. Eso fue lo que hice entonces, tomando la precaución de ponerme a una

distancia prudencial antes de gritar: «¡Leopardon!»

Oí un chirrido desgarrador, como de metal rasgándose. Un segundo después, el

robot, hasta ese momento diminuto, creció y alcanzó una altura de casi cien metros.

Su cabeza sobresalía a través de las puertas abiertas del techo del hangar.

Observé el robot gigante, admirando los detalles con que Halliday lo había

creado. Había recreado todas las características de mecano original japonés, incluida

su inmensa espada centelleante y su escudo, en el que había grabado una telaraña. En

el enorme pie izquierdo del robot se distinguía una pequeña puerta de acceso, que se

abrió en cuanto me aproximé. En su interior había instalado un pequeño ascensor, que

me transportó por el interior de la pierna y el torso del robot hasta la cabina de

mando, situada en el pecho blindado. Tras sentarme en la silla del capitán, descubrí,

en un cajón transparente fijado a la pared, un brazalete plateado de control, que

extraje e instalé en la muñeca de mi avatar. El dispositivo me permitiría usar órdenes

de voz para controlar al robot desde el exterior.

Había varias hileras de botones en la consola de mando, frente a mí, todas ellas

etiquetadas en japonés. Pulsé uno de ellos y los motores se pusieron en marcha.

Después pulsé el acelerador y los cohetes gemelos situados en los pies de robot

iniciaron la ignición y lo elevaron, alejaron de mi fortaleza y lanzaron al cielo

estrellado de Falco.

www.lectulandia.com - Página 304

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