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Ready Player One - Ernest Cline

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libres, así que no hace falta que esperes. Los paquetes de precios los encontrarás

expuestos aquí mismo.

Me señaló una pantalla apoyada, frente a mí, en el mostrador e, inmediatamente

después, su mirada volvió a perderse y centró su atención, una vez más, en el mundo

que quedaba en el interior de su visor.

Estudié las opciones. Había disponibles más de diez equipos de inmersión de

diversas calidades y precios. Económica, Estándar y Deluxe. Me especificaron las

características de las tres. Se podían alquilar por minuto o pagar una tarifa plana por

hora. En el precio del alquiler estaban incluidos los guantes y el visor, pero por el

traje háptico había que pagar un suplemento. El contrato de alquiler incluía mucha

letra pequeña sobre todos los cargos adicionales por deterioro del equipo, así como

gran cantidad de cláusulas legales advirtiendo que Plug no se hacía responsable de

nada de lo que el usuario hiciera, en ninguna circunstancia, sobre todo si se trataba de

alguna actividad ilegal.

—Quiero alquilar un equipo Deluxe durante doce horas —dije.

El empleado se levantó el visor.

—Tienes que pagar por adelantado, supongo que lo sabes.

Asentí.

—Y también quiero alquilar una conexión de banda ancha. Tengo que poder

descargarme muchos datos pesados en mi cuenta.

—Las descargas se pagan aparte. ¿De qué cantidad de datos estamos hablando?

—De diez zetabytes.

—¡Joder! —murmuró él—. Pero ¿qué piensas descargarte? ¿La Biblioteca del

Congreso entera?

Ignoré su pregunta.

—Y también quiero el Paquete de Actualizaciones Mondo —añadí.

—Sí, sí, claro —replicó el empleado, incrédulo—. El importe total te sale por

once mil de los grandes. Tú pon el pulgar aquí y te los descontamos.

Puso cara de sorpresa al ver que la transacción era autorizada. Luego se encogió

de hombros y me entregó una tarjeta, un visor y unos guantes.

—Cabina catorce. La última puerta a la derecha. El baño está al fondo del pasillo.

Si dejas la cabina sucia no te devolveremos el depósito. Vómito, orina, semen, esas

cosas. Yo soy el que tiene que limpiarlo todo, o sea que haz el favor de controlarte un

poco. ¿Lo harás?

—Tranquilo.

—Pásalo bien.

—Gracias.

La cabina catorce, un cubículo de tres por tres metros, contaba con un pozo de

inmersión de última generación en su centro. Cerré la puerta y me monté en la silla

www.lectulandia.com - Página 280

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