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Ready Player One - Ernest Cline

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NOMBRE: WADE WATTS

CARGOS PENDIENTES: NINGUNO

CALIFICACIÓN DE CRÉDITO: EXCELENTE

RESTRICCIONES DE COMPRA: NINGUNA

TRANSACCIÓN APROBADA

GRACIAS POR SU COMPRA

Oí un golpe metálico que indicaba que los productos que había adquirido se

habían depositado en la bandeja de acero situada a la altura de mis rodillas. Me metí

el espray en el bolsillo y me puse el chaleco por debajo de mi camisa nueva. Retiré la

cápsula de plástico que protegía la Glock. Era la primera vez en mi vida que sostenía

un arma de verdad. A pesar de ello, la sensación me resultó familiar, pues había

disparado miles de ellas, virtualmente, en Oasis. Pulsé un botón pequeño instalado en

el tambor y el arma emitió un tono. La empuñé con fuerza durante unos segundos,

primero con la mano derecha, después con la izquierda. El arma emitió un segundo

tono, que me informaba de que había concluido la operación de escaneado de mis

huellas. A partir de ese momento, yo era la única persona que podría utilizarla. La

pistola contaba con un temporizador incorporado que impedía dispararla en las

siguientes doce horas (el llamado «período de reflexión»), pero aun así me sentía

mejor llevándola.

Me desplacé hasta un locutorio de Oasis situado a unas manzanas de allí, un local

de la franquicia Plug. El deprimente cartel iluminado que colgaba sobre la entrada, y

que representaba un cable de fibra óptica «humanizado» y sonriente, prometía:

«¡Acceso a Oasis a la velocidad del rayo! ¡Alquiler económico de equipos! y ¡Puertos

Privados de Inmersión! ¡Abierto 24-7-365!» Yo había visto muchísimos anuncios

online de la cadena de establecimientos Plug. Tenían fama de cobrar caro y ofrecer

equipos anticuados, pero se suponía que sus conexiones eran rápidas, fiables y no se

colgaban. Para mí, su mayor punto a favor es que era una de las pocas cadenas de

locutorios de Oasis que no gestionaba IOI ni ninguna de sus filiales.

Al cruzar el umbral, el detector de movimiento emitió un pitido. A mi derecha

quedaba una pequeña sala de espera, que en ese momento estaba vacía. La moqueta

estaba manchada y vieja, y el local apestaba a desinfectante industrial. Un empleado

de mirada perdida me observó de detrás de un cristal blindado. Tendría poco más de

veinte años, iba peinado con cresta y tenía un montón de piercings en la cara. Llevaba

un visor bifocal que le proporcionaba una visión semitransparente de Oasis y le

permitía, a la vez, controlar su entorno real. Cuando abrió la boca para hablar, me fijé

en que se había hecho afilar los dientes para que le acabaran en punta.

—Bienvenido a Plug —me dijo con voz átona—. Disponemos de varios puertos

www.lectulandia.com - Página 279

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