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Ready Player One - Ernest Cline

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los fallos dejados por el «chaquetero», logré introducir un efecto gracias al cual las

dos cámaras emitían las imágenes de vídeo archivadas de mi primera noche como

recluta, en lugar de transmitir en directo. A partir de ese momento, si alguien revisaba

las grabaciones, me vería durmiendo en mi unidad habitacional, y no sentado toda la

noche, manejando desesperadamente la consola para manipular la red de la empresa.

Después programé las cámaras para que recuperaran las imágenes grabadas de

antemano, cada vez que apagara las luces de mi dormitorio-cápsula. El cambio de

imagen, de una décima de segundo, quedaría disimulado por la distorsión

momentánea del vídeo que se producía cuando las cámaras pasaban de una visión

diurna a otra nocturna.

Yo, en todo momento, pensaba que estaban a punto de descubrirme y de

expulsarme del sistema, pero no sucedía. Mis contraseñas seguían funcionando.

Había pasado las seis últimas noches asediando la intranet de IOI, introduciéndome

cada vez más en las profundidades de la red. Me sentía como un preso en una de

aquellas películas viejas de cárceles, que regresa a su celda todas las noches para

seguir cavando un túnel en los muros con una cucharilla de café.

Y entonces, la noche anterior, justo antes de caer vencido por el cansancio, había

logrado abrirme paso hasta el laberinto de cortafuegos y acceder a la base de datos de

la División de Ovología. El sanctasanctórum de los sixers. El archivo de los archivos.

Y esa noche, por fin, podría explorarlo a mis anchas.

Sabía que iba a tener que llevarme algunos datos sobre los sixers cuando

escapara, por lo que esa semana había usado mi cuenta de administración de la

intranet para enviar un formulario falso de solicitud de hardware. Conseguí que

enviaran un flash drive de diez zettabites a un supuesto empleado (Sam Lowery), a un

cubículo vacío situado a pocas filas de distancia del mío. Tras asegurarme de que

mantenía la cámara del audífono apuntando en la otra dirección, me metí en el

cubículo, recogí la pequeña unidad de almacenamiento de datos, me la metí en el

bolsillo y la llevé furtivamente a mi unidad habitacional. Esa noche, después de

apagar las luces y deshabilitar las cámaras de seguridad, abrí el panel de acceso al

mantenimiento de mi consola de entretenimiento e introduje el flash drive en una

ranura de expansión usada para las actualizaciones de la empresa. A partir de ese

momento, pude descargar datos de red directamente a ese drive.

Me puse el visor y los guantes hápticos de la consola de entretenimiento, y me

tendí sobre el colchón. El visor me ofrecía una visión tridimensional de la base de

datos de los sixers, con gran cantidad de ventanas superpuestas suspendidas frente a

mí. Con los guantes, empecé a manipularlas y navegué por la estructura de los

archivos de la base de datos. Al parecer, la mayor de sus secciones era la de

información relacionada con Halliday. La cantidad de datos sobre él de que disponían

era extraordinaria. Comparado con ella, mi Diario del Grial parecía un juego de

www.lectulandia.com - Página 269

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