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Ready Player One - Ernest Cline

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sinónimo de «libertad».

Los focos empotrados en el caparazón de mi unidad habitacional se apagaron,

sumiendo el pequeño compartimento en la oscuridad. Si alguien hubiera estado

revisando mis grabaciones en directo, habría distinguido un breve destello que

indicaba que las cámaras pasaban al modo de visión nocturna. Entonces habría vuelto

a resultar claramente visible en los monitores. Pero, gracias a un sabotaje que había

cometido a principios de la semana, las cámaras de seguridad de mi cabina, así como

el audífono, habían dejado de realizar las tareas que tenían asignadas. De modo que,

por primera vez en ese día, nadie podía espiarme.

Es decir, que a partir de ese momento empezaba lo bueno.

Pulsé la pantalla de la consola de entretenimiento. Se conectó y me ofreció las

mismas opciones que en la primera noche que había pasado allí: un puñado de

documentales formativos y simulaciones, además de la serie completa de Tommy

Queue.

Cualquiera que controlara el uso que daba a mi consola de entretenimiento vería

que me pasaba las noches viendo aquella comedia hasta que me quedaba dormido, y

que, tras terminar el capítulo dieciséis, el último, empezaba a verla desde el principio

una vez más. Los datos de las grabaciones también mostrarían que me dormía todos

los días a la misma hora, aproximadamente (aunque no exactamente), y que no me

despertaba hasta que sonaba la alarma, a la mañana siguiente.

Pero en realidad, claro, yo no había estado viendo aquella comedia de mierda por

las noches. Ni me había pasado las noches durmiendo. De hecho, durante la última

semana había restringido a dos mis horas diarias de sueño, lo que empezaba a

pasarme factura.

Sin embargo, a partir del momento en que las luces de mi unidad habitacional se

apagaban, sentía que la energía se apoderaba de mí y me desvelaba por completo. Mi

cansancio parecía esfumarse cuando empezaba a navegar por los menús de la consola

de entretenimiento, que me había aprendido de memoria, cuando mis dedos volaban

rápidamente sobre la pantalla táctil.

Hacía siete meses, más o menos, había obtenido una serie de contraseñas de la

intranet de IOI, a través de L33t HaxOrz Warezhaus, el mismo sitio ilegal de subasta

de datos donde había conseguido la información necesaria para crearme una nueva

identidad. Yo estaba siempre pendiente de lo que ofrecían aquellas páginas de datos

del mercado negro, porque nunca se sabía lo que podían subastar. Información sobre

fallos en la seguridad del servidor de Oasis; trampas para sacar dinero de los cajeros

automáticos; vídeos de contenido sexual robados a famosos. Lo que fuera. Llevaba ya

un tiempo revisando los listados de las subastas de Warezhaus cuando una,

concretamente, me llamó la atención: Contraseñas de la Intranet de IOI, Puertas

Traseras y Fallos de Seguridad del Sistema. El vendedor aseguraba que ofrecía

www.lectulandia.com - Página 266

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