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Ready Player One - Ernest Cline

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acceder. Tardé apenas unos segundos en revisar mis limitadas opciones. De hecho,

sólo podía ver un canal: IOI-N, que era de la propia empresa y emitía noticias las

veinticuatro horas. En realidad, las noticias estaban relacionadas con IOI y más que

de información se trataba de propaganda. También tenía acceso a una mediateca de

películas formativas y simulaciones, la mayoría de ellas relacionada con mi nuevo

puesto como representante de asistencia técnica de Oasis.

Al intentar acceder a una de las otras mediatecas de entretenimiento, Vintage

Movies, el sistema me informó de que no podría conectarme a una selección más

amplia de opciones de ocio hasta que hubiera recibido una puntuación superior a la

media en tres informes consecutivos sobre eficacia empresarial. Y, acto seguido, el

sistema me preguntó si deseaba más información sobre el Programa de Premios de

Entretenimiento para Reclutas Forzosos. No. No lo deseaba.

El único programa de televisión que podía ver era una comedia de costumbres

producida por la propia empresa, Tommy Queue. Según la sinopsis, se trataba de una

«comedia desternillante que relataba las desventuras de Tommy, un representante

técnico de Oasis recién reclutado que se esforzaba para alcanzar la independencia

económica y… ¡la excelencia en el trabajo!».

Seleccioné el primer episodio, descolgué el visor y me lo puse. Como suponía, la

serie no era más que un documental formativo con risas enlatadas de fondo. No me

interesó lo más mínimo. Sólo quería dormir. Pero sabía que me controlaban y que

escrutaban y archivaban todos los movimientos que hacía. De modo que permanecí

despierto todo lo que pude, ignorando un episodio de Tommy Queue tras otro.

A pesar de todos mis esfuerzos, mi mente regresaba una y otra vez a Art3mis. Por

más que me dijera a mí mismo, yo sabía que ella era la verdadera razón por la que me

había expuesto a ese plan descabellado. ¿Qué me pasaba por la cabeza? Era muy

probable que no lograra salir de allí nunca más. Me sentía enterrado bajo una

avalancha de dudas. ¿La combinación de mis dos obsesiones —el Huevo de Pascua y

Art3mis— era la que me había llevado al delirio? ¿Por qué me exponía a semejante

riesgo para ganar a una persona a la que no había visto nunca en mi vida? ¿A alguien

que parecía no tener el menor interés en volver a hablar conmigo?

¿Dónde se encontraba ella en ese momento? ¿Me echaba de menos?

Seguí torturándome mentalmente hasta que, al fin, el sueño me venció.

www.lectulandia.com - Página 262

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