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Ready Player One - Ernest Cline

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Una gruesa capa de abandono lo cubría todo. Las calles, los edificios, la gente.

Incluso la nieve parecía sucia. Caía en copos grises movidos por el viento, como

ceniza tras una erupción volcánica.

La cantidad de gente sin techo parecía haber aumentado notoriamente. Las calles

eran una sucesión de tiendas de campaña y cajas de cartón, y los parques públicos

que vi se habían convertido en campos de refugiados. A medida que el vehículo se

adentraba en el corazón del distrito de los rascacielos, vi gente apretujada en todas las

esquinas, en todos los estacionamientos vacíos, acurrucada alrededor de fuegos

encendidos en barriles abiertos, de estufas de gasóleo. Otros hacían cola junto a las

estaciones gratuitas de recarga eléctrica, ataviados con visores y guantes hápticos

aparatosos, anticuados. Mientras, a través de alguno de los puntos de acceso gratuitos

a las conexiones wireless que GSS tenía repartidos por el centro, interactuaban con

las realidades mucho más agradables de Oasis y hacían pequeños movimientos de

manos, gesticulando como fantasmas.

Finalmente, llegamos al IOI Plaza, en el número 101, el corazón de la ciudad.

Miré por la ventanilla y vi, asustado y en silencio, la sede de Innovative Online

Industries aparecer ante mí: dos torres rectangulares que flanqueaban una tercera,

redonda, para formar el logo de la empresa. Los rascacielos de IOI eran los edificios

más altos de la ciudad, moles impresionantes de acero y espejo unidas por pasadizos

y raíles. La parte más alta de los dos se perdía más allá de las nubes. Eran idénticos a

sus réplicas en Oasis, pero allí, en el mundo real, su aspecto imponía bastante más.

El vehículo accedió a un garaje situado en la base del edificio circular y, desde

allí, descendió por una serie de rampas de cemento hasta alcanzar una gran zona

abierta que recordaba a un muelle de carga y descarga. En un cartel, sobre una hilera

de portones, podía leerse: CENTRO DE RECLUTAMIENTO DE TRABAJO

FORZOSO IOI.

A los otros reclutas y a mí nos bajaron del vehículo. Un escuadrón de guardias de

seguridad armados con rifles de aturdimiento nos esperaba para custodiarnos. Nos

quitaron las esposas. Después, un agente empezó a someternos a un escaneado de

retina mediante un aparato portátil. Contuve la respiración cuando me lo acercó al

ojo. A continuación, la unidad emitió un pitido y él leyó en voz alta la información

que aparecía en la pantalla: «Lynch, Bryce. Veintidós años. Ciudadano con plenos

derechos. Sin antecedentes penales. Reclutamiento por impago de deudas.» Asintió y

pulsó una serie de iconos en su pizarra digital. Después me condujeron hasta una

habitación caldeada, bien iluminada, ocupada por otros nuevos reclutas. Todos

pasaban a través de un laberinto de cintas-valla, como si fueran niños crecidos

haciendo cola en medio de un parque de atracciones de pesadilla. Parecía haber el

www.lectulandia.com - Página 257

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