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Ready Player One - Ernest Cline

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Iban a sacarme de allí.

—Señor Lynch —dijo Wilson sonriendo—. Por la presente lo declaro en arresto

corporativo. —Se volvió hacia los agentes—. Ordenen al equipo de objetos

embargados que venga a vaciarlo todo.

Miró a su alrededor y se dio cuenta de la columna de humo que ascendía desde el

ordenador. Me miró y negó con la cabeza.

—Eso ha sido una tontería. Podríamos haberlo vendido para ayudarte a pagar la

deuda.

La mordaza me impedía responder, por lo que me limité a encogerme de hombros

y a hacerle la higa.

Me quitaron el traje háptico y se lo dejaron también al equipo de embargos. No

llevaba nada debajo. Me entregaron un mono desechable de color gris pizarra, a juego

con unos zapatos de plástico, que me pidieron me pusiera. El mono parecía de papel

de lija y tan pronto como me lo puse empezó a picarme todo el cuerpo. Y como me

habían esposado, no podía rascarme.

Me sacaron a rastras al pasillo. La luz áspera de los fluorescentes absorbía el

color de las cosas y hacía que todo pareciera sacado de una película antigua en blanco

y negro. Mientras bajábamos al vestíbulo en ascensor yo iba tarareando la musiquilla

del hilo musical para demostrarles que no tenía miedo. Pero dejé de hacerlo cuando

uno de los polis me apuntó con el rifle de descargas eléctricas.

Una vez en el vestíbulo, me cubrieron con un abrigo de invierno con capucha.

Dado que había pasado a ser propiedad de la empresa, que era uno de sus recursos

humanos, no querían que pillara una neumonía. Luego me condujeron al exterior y la

luz del sol golpeó mi rostro por primera vez en más de medio año.

Nevaba y todo estaba cubierto de una fina capa de hielo gris y barro. No sabía qué

temperatura hacía, pero no recordaba haber sentido tanto frío en mi vida. El viento se

me metía en los huesos.

Me condujeron hasta el vehículo. En el asiento trasero ya había dos nuevos

reclutas forzosos atados a unos asientos de plástico; los dos llevaban visores.

Personas a las que habían detenido esa misma mañana, unas horas antes. Aquellos

policías de asalto eran una especie de buscadores de basura que se dedicaban a

realizar su ronda diaria.

El recluta que iba a mi derecha era un tipo alto, delgado, algo mayor que yo.

Parecía desnutrido. El otro, en cambio, padecía obesidad mórbida y no sabía si era

hombre o mujer. Opté por considerarlo de género masculino. Tenía el rostro medio

oculto tras una mata de pelo rubio sucio y por algo que parecía una máscara de gas,

que le cubría la nariz y la boca. Un tubo negro, grueso, conectaba la máscara a una

toma en el suelo. Al principio no entendía para qué servía aquel artilugio, hasta que vi

que el recluta se echaba hacia delante, tensando mucho las cuerdas que lo mantenían

www.lectulandia.com - Página 255

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