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Ready Player One - Ernest Cline

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Varios clanes de gunters ya habían acudido al lugar e intentaban derribar el

escudo, lanzando ataques nucleares de gran potencia contra él. A cada detonación

seguía un breve espectáculo de luz, pero después la explosión se fundía, inofensiva,

sobre el escudo.

Los ataques sobre el escudo prosiguieron durante las horas siguientes, a medida

que la noticia se propagaba y más gunters acudían a Ctonia. Los clanes lanzaban todo

el armamento a su alcance contra aquella cúpula protectora, pero nada la afectaba. Ni

las bombas atómicas, ni las bolas de fuego, ni los misiles mágicos. En determinado

momento, un grupo de gunters intentó cavar un túnel bajo la cúpula y descubrió que

era, de hecho, una esfera completa, que rodeaba el castillo también bajo tierra.

Esa noche, más tarde, varios brujos gunters de alto nivel lograron concretar una

serie de hechizos de adivinación y anunciaron, en los muros, que el escudo que

rodeaba el castillo había sido generado por un poderoso artefacto conocido como

Orbe de Osuvox, que sólo podían accionar los hechiceros de nivel 99. Según la

descripción disponible, el artefacto podía crear un escudo esférico alrededor de sí

mismo, de una circunferencia de medio kilómetro. Se trataba de una protección

impenetrable e indestructible, que podía pulverizar prácticamente todo lo que la

rozara. También podía mantenerse activa indefinidamente, siempre que el hechicero

que manejara el orbe permaneciera inmóvil y no separara las manos del artefacto.

En los días que siguieron, los gunters hicieron todo lo posible por traspasar el

escudo. Recurrieron a la magia. A la tecnología. A la teletransportación. A los

contrahechizos. A otros artefactos. Pero nada funcionaba. No había modo de vencer

su resistencia.

Un clima de desesperanza se apoderó de la comunidad gunter. Los que

concursaban por su cuenta, y los que se agrupaban en clanes, todos parecían

dispuestos a tirar la toalla. Los sixers estaban en posesión de la Llave de Cristal y del

acceso exclusivo a la Tercera Puerta. Todo el mundo coincidía en que el Fin estaba

cerca, en que La Cacería estaba «muerta y enterrada».

Mientras se desarrollaban esos acontecimientos, yo, no sé cómo, logré mantener

la calma. Cabía la posibilidad de que los sixers no hubieran descubierto aún el modo

de abrir la Tercera Puerta. Contaban con todo el tiempo del mundo, sí. Podían

permitirse el lujo de ser lentos y metódicos. Tarde o temprano se toparían con la

solución.

Pero yo me negaba a claudicar. Hasta que un avatar llegara al Huevo de Pascua de

Halliday, todo era posible.

Como sucedía en los videojuegos clásicos, La Cacería había llegado a un nivel

superior, más difícil. Y los niveles nuevos solían requerir de nuevas estrategias.

Empecé a diseñar un plan. Un plan valiente y descabellado para cuyo éxito haría

falta tener mucha, mucha suerte. Lo puse en marcha enviando correos a Art3mis,

www.lectulandia.com - Página 248

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