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Ready Player One - Ernest Cline

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virtual se me daba muy bien.

Abrí el inventario y extraje una púa. Después hice lo mismo con mi Diario del

Grial y encontré la partitura de 2112, así como la letra de la canción «Discovery», en

la que el héroe encuentra la guitarra en una estancia oculta tras una cascada. Cuando

empecé a tocar, el sonido de la guitarra rebotó en las paredes de la cámara, por toda la

cueva, a pesar de la ausencia de electricidad y de amplificadores.

Al terminar de tocar la primera parte de «Discovery», en la piedra de la que había

arrancado la guitarra apareció un mensaje durante un breve lapso.

Bañada en metal rojo, la primera.

La segunda, moldeada en verde piedra.

Del más claro cristal es la tercera.

Pero solo no podrás tenerla.

A los pocos segundos, las palabras desaparecieron de la superficie de la piedra, al

tiempo que lo hacía el eco de la última nota que había tocado con la guitarra. Todavía

tuve tiempo de tomar una foto del acertijo que, cómo no, trataba de la Tercera Puerta.

Y de que una persona sola no podía abrirla.

¿Habían tocado esa misma canción los sixers y habían descubierto el mensaje? Lo

dudaba mucho. Habrían arrancado la guitarra de la piedra e inmediatamente después

la habrían devuelto al templo.

Si era así, probablemente no supieran que existía un truco para franquear la

Tercera Puerta. Y ello explicaría por qué todavía no habían encontrado el Huevo.

Regresé al templo y deposité la guitarra sobre el altar. Al hacerlo, las torres de

ordenadores que me rodeaban empezaron a emitir un concierto cacofónico de

sonidos, como si fuera una orquesta afinando antes de dar inicio su actuación. El

ruido alcanzó un crescendo ensordecedor y luego cesó bruscamente. Entonces, un

destello de luz iluminó el altar y la guitarra se transformó en la Llave de Cristal.

Alargué la mano y al agarrar la llave sonó una campanilla. Al momento, en La

Tabla aparecieron veinticinco mil puntos más junto a mi nombre que, sumados a los

trescientos mil que había recibido por franquear la Segunda Puerta, hacían un total de

trescientos cincuenta y tres mil más que Sorrento. Volvía a situarme en primera

posición.

Pero sabía que no era momento de celebrar. Me apresuré a examinar la Llave de

Cristal, ladeándola para estudiar su superficie brillante, prismática. No lograba ver

ninguna inscripción en ella, pero sí encontré un pequeño monograma grabado en el

centro del mango, una letra «A», escrita a mano, que reconocí al instante.

www.lectulandia.com - Página 246

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