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Ready Player One - Ernest Cline

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sonidos armónicos… ¡y muy pronto mi propia música!

Encontré la cascada cerca del límite meridional de la ciudad, junto al interior de la

pared curvada de la cúpula protectora. Tan pronto como di con ella, activé mis botas

de propulsión, sobrevolé el río de espuma que se formaba debajo y recorrí la cascada.

Mi traje háptico hacía lo que podía por simular la sensación creada por los torrentes

de agua azotando mi cuerpo, pero yo sentía como si alguien me golpeara la cabeza,

los hombros y la espalda con palos. En cuanto atravesé el salto de agua, me encontré

junto a la entrada de una cueva y me metí en ella. Poco después de la entrada, se

estrechaba hasta convertirse en un túnel alargado, que terminaba en un cuarto

pequeño, cavernoso.

Recorrí y revisé la cueva hasta que descubrí que una de las estalagmitas que

sobresalían del suelo estaba ligeramente desgastada en la punta. La agarré y tiré de

ella hacia mí, pero no se movió. Hice presión sobre ella y entonces cedió, se dobló

como si dispusiera de una bisagra, igual que un contrapeso. Oí el rumor de piedras

deslizándose detrás de mí y, al volverme, vi que en el suelo se abría una trampilla.

Simultáneamente, en el techo de la cueva había aparecido un hueco por el que

penetraba un haz de luz brillante que se colaba por la trampilla abierta y alcanzaba la

diminuta cámara que se adivinaba abajo.

Extraje un objeto de mi inventario, una varita capaz de detectar trampas ocultas,

mágicas o no. La usé para asegurarme de que el área estuviera despejada, antes de

bajar de un salto a través de la trampilla y aterrizar sobre el suelo polvoriento de la

cámara oculta. Se trataba de un espacio diminuto, cúbico, con una gran piedra sin

pulir apoyada contra la pared norte. Encajada en la piedra había una guitarra eléctrica,

de la cual sobresalía el mástil. La reconocí de la grabación del concierto de 2112 que

había visto cuando venía de camino. Era una Gibson Les Paul de 1974, la que había

usado Alex Lifeson durante la gira de promoción del álbum.

Sonreí al contemplar aquella absurda imagen artúrica de la guitarra metida en la

piedra. Como buen gunter, yo también había visto muchas veces Excalibur, la

película de John Boorman, y me parecía obvio lo que debía hacer a continuación.

Extendí la mano derecha, agarré el mástil y tiré de él. El instrumento quedó liberado

de la piedra emitiendo un largo chirrido metálico.

Con la guitarra levantada por encima de la cabeza, aquel sonido agudo se

convirtió en un poderoso acorde que resonó en toda la cueva. La miré bien, a punto

de activar las botas de propulsión para regresar de nuevo a la parte superior de la

cueva. Pero entonces se me ocurrió algo y permanecí inmóvil.

James Halliday había tomado clases de guitarra durante algunos años, cuando iba

al instituto. Aquélla había sido la razón por la que yo también había querido aprender

a tocarla. Pero nunca había sostenido entre mis manos un instrumento de verdad; la

www.lectulandia.com - Página 245

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