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Ready Player One - Ernest Cline

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Cuando, finalmente, llegué a mi destino, pulsé otro código y bloqueé la puerta

que acababa de franquear. Sabía que no disponía de mucho tiempo. Por todo el

edificio sonaban las alarmas y los miles de guardias PNJ apostados en las plantas

inferiores ya debían de estar subiendo para darme caza.

Mis pasos resonaron en la habitación, que estaba desierta, salvo por un gran búho

plantado sobre un pedestal dorado. Me guiñó un ojo, silencioso, mientras yo

atravesaba la inmensa estancia, de dimensiones y aspecto catedralicios, recreación

perfecta de la oficina del fundador de la Tyrell Corporation, Eldon Tyrell. Habían

copiado con exactitud todos los detalles de la película. Suelos de piedra pulida.

Enormes columnas de mármol. Y, en la pared que daba a poniente, un ventanal de

suelo a techo que ofrecía unas vistas sobrecogedoras del paisaje urbano que se

extendía más allá.

Junto a él había una gran mesa de juntas y, sobre ella, la máquina Voight-Kampff.

Era del tamaño de un maletín y en la parte frontal tenía una hilera de botones sin

etiquetar, junto a tres pequeños monitores de datos.

Al acercarme y sentarme frente a la máquina, ésta se puso en marcha sola. Un

fino brazo robótico alargó un dispositivo circular que recordaba a un escáner de

retina, que se situó automáticamente sobre la pupila de mi ojo derecho. En un costado

de la máquina había encajado un pequeño fuelle que empezó a subir y bajar, dando la

impresión de que ésta respiraba.

Miré a mi alrededor, sin saber si algún PNJ con aspecto de Harrison Ford

aparecería para formularme las mismas preguntas a las que sometía a Sean Young en

la película. Llevaba memorizadas todas las respuestas, por si acaso, pero

transcurridos unos segundos, allí no sucedía nada. El fuelle de la máquina seguía

moviéndose. A lo lejos, las alarmas del edificio seguían sonando.

Extraje la Llave de Jade y, al instante, un panel se abrió a un costado de la

máquina y me mostró una cerradura. Introduje la llave en el acto y di media vuelta.

La máquina y la Llave de Jade desaparecieron al momento y, en su lugar, apareció la

Segunda Puerta. Se trataba de un portal situado en lo alto de la mesa de juntas. Sus

bordes resplandecían con el mismo brillo verdoso de la llave y, como en el caso de la

Primera Puerta, parecía conducir a un inmenso campo de estrellas.

Me subí a la mesa y la franqueé de un salto.

Me encontré junto a la entrada a una bolera sórdida decorada a la manera de la

época disco. La alfombra estampada de espirales verdes y marrones, y las sillas de

plástico de un naranja desvaído. Las pistas de los bolos estaban vacías y mal

iluminadas. El local estaba desierto. No había siquiera PNJ tras el mostrador del

snack-bar. Yo no sabía bien dónde se suponía que me encontraba hasta que vi

MIDDLETOWN LANES, escrito en letras gigantescas en la pared, de las pistas.

www.lectulandia.com - Página 236

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