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Ready Player One - Ernest Cline

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en su interior. No me preocupaba encontrarme con los sixers, porque era imposible

que hubieran bloqueado el acceso a la Segunda Puerta, teniendo en cuenta que

existían miles de copias del Edificio Tyrell repartidas por centenares de mundos

distintos.

En cuanto llegué a Axrenox, encontrar una réplica del Edificio Tyrell me llevó

apenas unos minutos. Era imposible no verla.

Una estructura inmensa, construida en forma de pirámide, que cubría un área de

varios kilómetros cuadrados y se elevaba por encima de la mayoría de las estructuras

circundantes.

Apunté hacia la primera copia del edificio que encontré y puse rumbo a él.

Llevaba activado el dispositivo de invisibilidad, que mantuve activado para llevar la

Vonnegut hasta una de las plataformas de aterrizaje del edificio. Después bloqueé la

nave y activé sus sistemas de seguridad, confiando en que serían suficientes para

evitar que me la robaran. Allí no funcionaba la magia, por lo que no podía

minimizarla y metérmela en el bolsillo. Dejar el vehículo estacionado al aire libre, en

un mundo ciberpunk como era Axrenox, era como pedir a gritos que te lo robaran. La

Vonnegut sería una presa a batir para la primera banda de cyborgs «leather» que

pasara por allí y la viera.

Abrí la plantilla del Edificio Tyrell y la usé para localizar un ascensor de acceso al

terrado que quedara cerca de la plataforma donde había aterrizado. Cuando lo

encontré, introduje el código de seguridad que venía por defecto en la plantilla y

crucé los dedos. Tuve suerte y las puertas se abrieron con un zumbido. Fuera quien

fuese el que había creado el paisaje urbano de Axrenox, no se había molestado en

modificar los códigos de seguridad de la plantilla. Me pareció que era buena señal:

probablemente significaba que había dejado todo lo demás como estaba.

Me metí en el ascensor y descendí hasta la planta 440, mientras activaba mi

armadura y extraía las armas. Para llegar al lugar que me interesaba debía superar,

antes, cinco controles de seguridad. A menos que la plantilla hubiera sido modificada,

camino a mi destino iba a encontrarme con cincuenta réplicas de guardias.

El tiroteo se inició apenas se abrieron las puertas del ascensor. Tuve que matar a

siete «pellejudos» antes de poder salir de la cabina y acceder al pasillo.

Los siguientes diez minutos se desarrollaron como el desenlace de una película de

John Woo; una de aquellas protagonizadas por Chow Yun Fat, como Hard Boiled y

The Killer. Puse mis dos armas en disparo automático y apreté los gatillos al tiempo

que avanzaba de sala en sala, cargándome a todos los PNJ que se atravesaban en mi

camino. Los guardias me devolvían las balas, que rebotaban en mi armadura y no me

hacían nada. Nunca me quedaba sin munición, porque cada vez que disparaba una

ráfaga, otra era teletransportada hasta el cartucho automáticamente.

Ese mes iba a pagar una fortuna en la factura de la munición.

www.lectulandia.com - Página 235

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