18.03.2020 Views

Ready Player One - Ernest Cline

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

decía el señor Miller, de «apilar a las hijaputas» para optimizar el suelo disponible. Y

la idea fue un éxito y por todo el país aquellos parques se convirtieron en «torres»

como la nuestra. Un extraño híbrido de barrio de chabolas, asentamiento de okupas y

campo de refugiados. Podían verse ya en las afueras de casi todas las ciudades

importantes, llenas de desplazados de clase baja, como mis padres, que en su

búsqueda desesperada de empleo, comida, electricidad y acceso fiable a Oasis, habían

abandonado sus pequeñas localidades y usado la última gasolina que les quedaba (o

sus bestias de carga) para trasladar a sus familias, sus casas rodantes y caravanas

hasta la metrópolis más cercana.

Cada una de las torres de nuestro parque contaba por lo menos con quince plantas

(en algunas de ellas, de vez en cuando, además de caravanas fijas se intercalaban

roulottes, casas rodantes, furgonetas y contenedores de barcos de carga, para que no

faltara variedad). En los últimos años, casi todas las torres habían alcanzado una

altura de veinte unidades o más, lo que inquietaba a muchos. Los derrumbamientos

eran bastante frecuentes, y si el andamiaje cedía en una dirección infortunada, el

efecto dominó podía llegar a causar el desplome de cuatro o cinco torres más.

Nuestra caravana estaba situada en el extremo norte de las Torres, que llegaban

hasta un precario paso elevado de la autopista. A través de la ventana del cuartito de

la lavadora contemplé un momento el río poco caudaloso de vehículos eléctricos, que

reptaban sobre el asfalto cuarteado y llevaban mercancías y trabajadores hasta el

centro. Mientras contemplaba el siniestro perfil de la ciudad, un rayo de sol brillante

asomó por el horizonte. Al verlo salir, cumplí con un ritual mental: cada vez que veía

el sol me recordaba a mí mismo que lo que veía era una estrella. Una de los miles de

millones de estrellas que existían en nuestra galaxia. Galaxia que era una de las miles

de millones de galaxias del universo observable. Aquello me ayudaba a poner las

cosas en perspectiva. Había empezado a hacerlo después de ver un programa de

ciencia de los años ochenta llamado Cosmos.

Salí por la ventana sin hacer ruido y, agarrándome a la parte inferior del marco,

descendí por el frío costado metálico de la caravana. La plataforma de acero sobre la

que se apoyaba era apenas más larga y más ancha que la caravana misma, lo que

dejaba sólo un saliente de medio metro que la rodeaba por sus cuatro lados. Con

cuidado apoyé los pies en ese saliente y una vez allí me incorporé para cerrar la

ventana del cuartito, que quedaba a mi espalda. Agarré una cuerda que yo mismo

había atado allí, a la altura de la cintura, para que me sirviera de barandilla, y empecé

a avanzar de lado sobre el saliente hasta la esquina de la plataforma. Desde allí inicié

el descenso por el andamio, que tenía forma de escalera. Casi siempre usaba aquella

ruta, tanto cuando me iba como cuando regresaba a la caravana de mi tía. A un lado

de la torre, había una escalera tambaleante que se movía tanto y daba tantos golpes

contra el andamiaje que era imposible usarla sin ponerse en evidencia. Mala cosa. En

www.lectulandia.com - Página 23

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!