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Ready Player One - Ernest Cline

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lavadora. Decidí que no estaría de más salir de casa un poco antes de ir al instituto.

Me puse lo más deprisa y silenciosamente que pude los pantalones de pana,

vaqueros anchos y aquel abrigo que me venía grande; las únicas tres prendas de

invierno que tenía. Agarré la mochila y me subí sobre la lavadora. Después de

ponerme los guantes, abrí la ventana cubierta de escarcha. El aire ártico de la mañana

se me clavó en las mejillas, y durante un instante contemplé aquel mar asimétrico que

formaban los techos de las otras caravanas.

La de mi tía ocupaba la parte más alta de una «torre» de veintidós plantas, es

decir, de veintidós casas móviles, y superaba en una o dos a la mayoría de las

construcciones circundantes. Las caravanas de la planta baja se apoyaban sobre el

suelo, o sobre sus cimientos originales de hormigón, pero las unidades apiladas sobre

éstas quedaban suspendidas de un andamiaje modular reforzado, una precaria

filigrana metálica que había ido construyéndose con los años, improvisadamente.

Vivíamos en las Torres de Portland Avenue, un enjambre creciente de cajas de

zapatos de hojalata que se oxidaban junto a la I-40, al oeste de Oklahoma City y sus

rascacielos decrépitos. Se trataba de una concentración de quinientas torres,

conectadas las unas a las otras mediante una red chapucera de tuberías recicladas,

vigas y pasadizos elevados. Los esqueletos de algunas viejas grúas de construcción

(que se habían usado para apilar las caravanas fijas) se hallaban desparramados por el

perímetro de aquel barrio en perpetua expansión.

El nivel superior o «tejado» de las torres quedaba cubierto por una sucesión

irregular de paneles solares antiguos que proporcionaban electricidad suplementaria a

las unidades de las plantas interiores. Los laterales de éstas estaban recorridos, en

sentido ascendente y descendente, por diversas mangueras y tuberías corrugadas por

las que cada caravana se abastecía de agua y desaguaba los desperdicios (un lujo no

disponible en algunas de las torres repartidas por la ciudad entera). La luz del sol

apenas alcanzaba las plantas bajas (conocidas como «El Suelo»). Las oscuras y

estrechas franjas de tierra que quedaban entre una torre y otra estaban atestadas de

coches y camiones abandonados, con los depósitos de gasolina vacíos y las vías de

salida bloqueadas desde hacía mucho tiempo.

Uno de nuestros vecinos, el señor Miller, me había contado una vez que aquellos

parques de caravanas fijas habían empezado siendo conjuntos de unas pocas

viviendas móviles distribuidas en hileras perfectamente ordenadas, de una sola

planta. Pero que, después del colapso del petróleo y del inicio de la crisis energética,

las grandes ciudades se habían visto inundadas de refugiados de las zonas

residenciales circundantes, y de las áreas rurales, lo que causó una gran escasez de

viviendas. Los terrenos, desde los que podía llegarse a pie a las grandes ciudades, se

convirtieron de pronto en bienes demasiado preciados para malgastarlos en

campamentos de caravanas, por lo que a alguien se le ocurrió la brillante idea, como

www.lectulandia.com - Página 22

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