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Ready Player One - Ernest Cline

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Y, tal como había sucedido con la de Cobre, vi que aquélla también tenía una

pista grabada en su superficie:

El examen aprueba y prosigue la prueba.

La releí varias veces, pero no me llegó la inspiración inmediata de su significado,

por lo que la añadí a mi inventario y me dediqué a examinar el envoltorio. Era, en

efecto, plateado por un lado y blanco por el otro. No vi marcas en ninguno de los dos.

Y entonces llegó hasta mí el zumbido amortiguado de una nave espacial que se

aproximaba, y supe que debían de ser los sixers. Y, al parecer, llegaban con fuerza.

Me metí el papel en un bolsillo y salí corriendo de la casa. Sobre ella, miles de

cazas sixers llenaban el cielo como un enjambre voraz de avispas metálicas. Las

naves, en su descenso, se separaban formando pequeños grupos, partían en

direcciones opuestas, como queriendo cubrir toda la superficie del planeta.

No me parecía que fueran a ser tan tontos como para montar barricadas alrededor

de las quinientas doce réplicas de la casa blanca. Aquella estrategia les había salido

bien en Ludus, pero sólo durante unas horas y, además, en aquel caso, la ubicación

que debían bloquear era una sola. En ese momento, en cambio, todo el planeta

Frobozz se encontraba en una zona PvP y en él podía recurrirse tanto a la magia como

a la tecnología, lo que implicaba que no había nada decidido de antemano. Pronto

empezarían a llegar hordas de gunters, armados hasta los dientes y si los sixers

intentaban mantenerlos a raya, la situación desembocaría en una guerra librada a una

escala nunca vista en la historia de Oasis.

Mientras seguía corriendo por el campo abierto en dirección a la rampa de mi

nave, divisé un escuadrón formado por unos cien cazas que descendían directamente

hasta donde yo estaba. Parecían dirigirse hacia mí.

Max ya había encendido los motores de la Vonnegut y yo le grité que diera la

orden de despegar tan pronto la abordara. Cuando me hice con los controles del

puente de mando, aceleré al máximo y el enjambre de sixers en trayectoria

descendente se vio en dificultades para seguirme. Mientras mi nave ascendía hacia el

cielo, recibía fuego pesado de diversos frentes. Pero tuve suerte, porque mi nave era

muy rápida y mis escudos, de última generación, lo que me permitió mantenerme a

salvo hasta ponerme en órbita. Sin embargo, mis enemigos la alcanzaron instantes

después y el casco de la Vonnegut sufrió daños considerables en los segundos que

tardé en alcanzar la velocidad de la luz.

Me salvé por los pelos. Aquellos cabrones habían estado a punto de abatirme.

Mi nave se encontraba en un estado precario, por lo que, en lugar de regresar

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