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Ready Player One - Ernest Cline

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en hogar viejo y decrépito.

Mas el silbato sólo harás sonar

cuando los trofeos tengas en tu crédito.

Hacía décadas, Zork y sus secuelas habían sido adquiridas por Oasis y recreadas

en él en forma de asombrosas simulaciones de inmersión en tres dimensiones, todas

ellas ubicadas en el planeta Frobozz, así llamado en honor a un personaje del

universo Zork. Así pues, aquel «hogar viejo y decrépito», el que llevaba seis meses

intentando encontrar, había estado ahí esperando, a plena luz del día, en Frobozz,

todo ese tiempo. Oculto a la vista de todos.

Estudié el ordenador de a bordo de la nave. Viajando a la velocidad de la luz

tardaría apenas quince minutos en llegar a Frobozz. Era bastante posible que los

sixers me dieran alcance allí. Si lo hacían, lo más probable era que tuvieran ya una

flotilla de cazas en órbita, sobrevolando el planeta, esperando a que yo llegara.

Tendría que combatir para abrirme paso, alcanzar la superficie y darles esquinazo o,

de no lograrlo, intentar encontrar la Llave de Jade con su aliento en el cogote. La cosa

no pintaba demasiado bien.

Por suerte, contaba con un plan alternativo. Mi Anillo de Teletransportación. Era

uno de los objetos mágicos más valiosos de mi inventario, que había arrebatado a un

dragón rojo al que había degollado en Gygax. El anillo permitía a mi avatar

teletransportarse una vez al mes a cualquier lugar de Oasis. Sólo lo usaba en casos

muy urgentes, como último recurso para huir, o cuando debía llegar a algún sitio a

toda prisa. Como en ese caso.

Programé el ordenador de a bordo de la Vonnegut para que autopilotara hasta

Frobozz. Le di la orden de activar el mecanismo de ocultación tan pronto como

abandonara el hiperespacio, antes de dejarme en la superficie del planeta y aterrizar

en algún lugar cercano. Con suerte, los sixers no detectarían mi nave ni la harían

estallar en el cielo antes de que me dejara en el lugar. Si lo hacían, me quedaría

varado en Frobozz, sin posibilidades de huir, y con un ejército de sixers siguiéndome

la pista.

Activé el piloto automático de la Vonnegut y el Anillo de Teletransportación

pronunciando la palabra-orden «Brundell». Cuando el anillo empezó a brillar, dije el

nombre del planeta al que quería transportarme. Un mapa de Frobozz apareció en mi

visualizador. Era un planeta grande y, como en el caso de Middleton, su superficie

estaba cubierta de centenares de copias idénticas de la misma simulación, en este

caso recreaciones del campo de juego de Zork. Eran exactamente quinientas doce

copias, lo que significaba que había quinientas doce casas blancas repartidas

www.lectulandia.com - Página 214

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