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Ready Player One - Ernest Cline

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0019

Mi ordenador me despertó justo antes de la puesta del sol e inicié mi ritual diario.

—¡Ya estoy levantado! —grité a la oscuridad.

Desde que, hacía unas semanas, Art3mis me había abandonado, me estaba

costando bastante levantarme de la cama por las mañanas, por lo que había

desprogramado la alarma de repetición del despertador y le había pedido a mi

ordenador que hiciera sonar a todo volumen Wake Me Up Before You Go-Go, de

Wham! No podía soportar aquella canción y para apagarla debía, necesariamente,

levantarme. No era la manera más agradable de empezar el día, pero al menos así me

ponía en movimiento.

La canción dejó de sonar y mi silla háptica cambió de forma y de orientación,

pasó de su configuración temporal de cama a la suya habitual, la de ser silla y

colocarme en posición de sentado mientras se transformaba. El ordenador fue

iluminándose gradualmente, para que mis ojos tuvieran tiempo de adaptarse. Ninguna

luz exterior alcanzaba jamás mi apartamento. La única ventana me había

proporcionado, al principio, una buena vista del perfil de Columbus, pero yo había

rociado el cristal con espray negro pocos días después de trasladarme. Había llegado

a la conclusión de que todo lo que sucedía más allá de aquella abertura me distraía de

mi misión y no me convenía perder el tiempo mirando por ella. Tampoco me

interesaba oír lo que sucedía en el mundo, pero por el momento no había logrado

mejorar el aislamiento acústico del apartamento y, por tanto, me veía obligado a

convivir con los sonidos amortiguados del viento y la lluvia, con los ruidos que

llegaban de la calle, del tráfico. Incluso ellos podían distraerme. En ocasiones entraba

en una especie de trance y permanecía sentado con los ojos cerrados ajeno al paso del

tiempo, escuchando los sonidos que se sucedían más allá de mi habitación.

Había hecho algunas otras modificaciones en mi estudio, por comodidad y para

que resultara más seguro. En primer lugar, cambié la puerta, que era muy endeble,

por una WarDoor de doble blindaje con cabina hermética. Cuando necesitaba

cualquier cosa —comida, papel higiénico, ropa nueva— la pedía por internet y me la

traían hasta casa. Las entregas se realizaban de la siguiente manera: primero, el

escáner instalado fuera, en el pasillo, verificaba la identidad del transportista y mi

ordenador confirmaba que lo que traía era, en efecto, lo que yo había encargado.

Entonces la puerta exterior se desbloqueaba automáticamente, se abría hacia un lado

y permitía el acceso a una cabina reforzada en acero del tamaño de una ducha. El

mensajero colocaba el paquete, la pizza o lo que fuera en el interior de la cabina y se

retiraba. La puerta externa se cerraba de nuevo emitiendo un zumbido y volvía a

bloquearse. El envío volvía a ser escaneado y sometido a rayos-X y analizado de

diversas maneras. Su contenido era verificado y se enviaba una confirmación de

www.lectulandia.com - Página 180

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