18.03.2020 Views

Ready Player One - Ernest Cline

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

que nos encontráramos. Y ella casi siempre quería.

Me convencí a mí mismo de que no pasaba nada por aflojar un poco el ritmo,

porque nadie parecía avanzar en la búsqueda de la Llave de Jade. La Tabla no

experimentaba cambios. Todo el mundo parecía tan perdido como yo.

Con el paso de las semanas, Art3mis y yo pasábamos cada vez más tiempo juntos.

Incluso cuando nuestros avatares se dedicaban a otras cosas, nos enviábamos e-mails

y mensajes instantáneos. Entre nosotros fluía un caudal de palabras.

Lo que yo deseaba, más que nada en el mundo, era conocerla en la vida real. Cara

a cara. Pero no se lo decía. Estaba seguro de que ella sentía algo profundo por mí,

pero también me mantenía a distancia. Por más que yo le revelara cosas de mí —y

acabaría revelándoselo casi todo, incluido mi verdadero nombre—, ella siempre se

negaba a contarme nada de su propia vida. Lo único que sabía de ella era que tenía

diecinueve años y que vivía en algún lugar de la costa noroeste, en el Pacífico. No me

había confiado nada más.

La imagen de ella que me había formado mentalmente era la más obvia. Me la

imaginaba como una manifestación física de su avatar: la misma cara, los mismos

ojos, el mismo pelo, el mismo cuerpo. Y eso a pesar de que me había repetido hasta la

saciedad que no se parecía casi en nada a su avatar y que en persona era mucho

menos atractiva.

A partir del momento en que empecé a relacionarme más con Art3mis, Hache y

yo fuimos distanciándonos. En lugar de encontrarnos varios días a la semana,

chateábamos apenas unas pocas veces al mes. Hache sabía que yo me estaba

enamorando de Art3mis, pero nunca se metió demasiado conmigo por eso, ni siquiera

cuando yo lo dejaba colgado en el último minuto para quedar con ella. Se encogía de

hombros, me aconsejaba que tuviera cuidado y me decía: «Espero que sepas lo que

haces, Zeta.»

Pero yo no sabía lo que hacía, claro. Mi relación con Art3mis, de principio a fin,

era un desafío al sentido común. Pero no podía evitar enamorarme de ella. No sabía

por qué pero, sin darme cuenta, gradualmente, mi obsesión por encontrar el Huevo se

iba viendo suplantada por mi obsesión por Art3mis.

Finalmente, ella y yo empezamos a «salir juntos», a quedar para ir de excursión a

locales exóticos de Oasis y a clubes nocturnos exclusivos. En un primer momento

Art3mis no estuvo de acuerdo. Creía que yo debía moverme con discreción, porque

tan pronto como me vieran en público, los sixers sabrían que su intento de asesinarme

había fallado y volverían a intentarlo. Pero yo le dije que eso ya no me importaba. Me

escondía de ellos en el mundo real, pero me negaba a hacerlo en Oasis. Además, mi

avatar había alcanzado el nivel noventa y nueve y me sentía prácticamente

invencible.

www.lectulandia.com - Página 169

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!