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Ready Player One - Ernest Cline

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silbato.

Y entonces, un sábado por la mañana, finalmente, tuve una pequeña revelación.

Estaba viendo una serie de anuncios de cereales de los ochenta, cuando me dio por

preguntarme por qué los fabricantes habían dejado de incorporar juguetes de regalo a

las cajas. En mi opinión, aquello era una tragedia, una señal más de que la

civilización se estaba yendo a la mierda. Estaba pensando en todo aquello cuando en

la pantalla apareció un anuncio viejo de los cereales Cap’n Crunch. Entonces

establecí la relación entre el primer y el tercer verso de la cuarteta: «Una llave de

Jade oculta el capitán/…/mas el silbato sólo harás sonar…»

Halliday hacía referencia al célebre pirata informático de los setenta, John Draper,

más conocido por su alias, Capitán Crunch. Draper fue uno de los primeros piratas

telefónicos del mundo y se hizo famoso por descubrir que los silbatos de plástico que

incorporaban de regalo las cajas de cereales Cap’n Crunch podían usarse para realizar

llamadas de larga distancia, pues emitían un tono de dos mil seiscientos hercios, que

engañaba al sistema telefónico analógico y permitía el acceso gratuito a la línea.

«Una Llave de Jade oculta el capitán.»

Tenía que ser eso. «El capitán» era Cap’n Crunch y «el silbato», el famoso regalo

de plástico, arcano de la piratería telefónica.

Tal vez la Llave de Jade estuviera camuflada en forma de uno de aquellos silbatos

de juguete, oculto en una caja de cereales Cap’n Crunch… Pero ¿dónde se ocultaba

aquella caja?

«En hogar viejo y decrépito.»

Yo seguía sin saber a qué hogar viejo y decrépito se refería ese verso, ni adónde

acudir para encontrarlo. Visité todas las viviendas viejas y decrépitas que se me

ocurrieron. Recreaciones de la mansión de la Familia Adams, del chamizo

abandonado de la trilogía de Posesión infernal, la pensión de Tyler Durden en El club

de la lucha y la granja de los Lars situada en Tatooine de La guerra de las galaxias.

Pero no encontré la Llave de Jade en ninguna de ellas. Un punto muerto tras otro.

Mas el silbato sólo harás sonar

cuando los trofeos tengas en tu crédito.

Tampoco había descifrado aún el significado del último verso. ¿Qué trofeos debía

ganar? ¿O acaso se trataba de una metáfora barata? Debía de estar saltándome alguna

conexión evidente, alguna taimada alusión a algo que no era capaz de captar por no

ser lo bastante listo o entendido en el tema.

A partir de ahí no había podido seguir avanzando. Cada vez que regresaba a «La

cuarteta», mi deslumbramiento por Art3mis me impedía concentrarme como antes y,

casi enseguida, cerraba mi Diario del Grial y la llamaba para preguntarle si quería

www.lectulandia.com - Página 168

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