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Ready Player One - Ernest Cline

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controladas y el incendio empezaba a extinguirse.

Mientras lo observaba en silencio, asistía a la circulación de los primeros rumores

entre susurros: la gente decía que seguramente se trataba de otro accidente en un

laboratorio de metanfetaminas o de algún idiota que pretendía fabricar una bomba

casera. Exactamente tal como había anticipado Sorrento.

Eso fue lo que me sacó de mi estupor. ¿En qué estaba pensando? Los sixers

habían intentado matarme. Seguramente debían de contar con agentes acechando por

la zona, dispuestos a verificar que, en efecto, hubieran conseguido su objetivo. Y yo,

como un imbécil, me paseaba por allí.

Me alejé de la multitud y regresé a mi guarida, aunque esforzándome por no

correr y volviendo la vista atrás constantemente para asegurarme de que no me

siguieran. En cuanto estuve de nuevo en la furgoneta, cerré la puerta con llave y me

acurruqué, hecho un ovillo, en un rincón, donde permanecí largo rato.

Finalmente el impacto de lo sucedido fue remitiendo y la cruda realidad empezó a

imponerse. Mi tía Alice y su novio Rick habían muerto, lo mismo que todos los

demás residentes de su caravana, de la torre donde se encontraba y de las

circundantes. Incluida la dulce señora Gilmore. Si yo hubiera estado en casa, también

habría muerto.

Tenía la adrenalina por las nubes, pero no sabía qué debía hacer, pues la mezcla

de temor y rabia me paralizaba. Pensé en conectarme a Oasis y llamar a la Policía,

pero sabía cómo reaccionaría cuando contara mi historia. Me tomarían por loco. Y si

llamaba a los medios de comunicación, sucedería lo mismo. Nadie me creería. A

menos que revelara que era Parzival, y tal vez ni siquiera entonces. Carecía de

pruebas contra Sorrento y los sixers. Todas las evidencias de la bomba que habían

colocado habían desaparecido, seguramente, bajo los restos del desastre.

Revelar mi identidad al mundo entero para poder acusar a una de las empresas

más poderosas del mundo de haber intentado sobornarme no me parecía el paso más

inteligente. Nadie me creería. Si casi no lo creía ni yo. IOI había intentado matarme.

Para impedir que pudiera ganar en una competición de videojuegos. Era una locura.

Por el momento mi guarida parecía un lugar seguro, pero sabía que no podía

quedarme mucho tiempo más en las Torres. Cuando los sixers descubrieran que

seguía vivo, regresarían en mi busca. Tenía que largarme de allí cuanto antes. Pero no

podría hacerlo hasta que tuviera algo de dinero y todavía faltaban un día o dos para

que me ingresaran los cheques de los cobros. Tendría que esperar hasta entonces. Lo

que sí podía hacer era hablar con Hache, advertirle de que era el siguiente en la lista

de los sixers.

Además, necesitaba ver un rostro amigo.

www.lectulandia.com - Página 140

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