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Ready Player One - Ernest Cline

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prosiguió—. Compuesto por especialistas en Halliday, expertos en videojuegos,

historiadores de la cultura pop y criptólogos. Todos trabajan juntos para ayudar a

nuestros avatares a resolver los enigmas con los que se encuentran. —Se volvió y me

sonrió—. Como verás, lo tenemos todo cubierto, Parzival. Por eso vamos a ganar.

—Claro, claro —dije yo—. Hasta el momento habéis realizado un trabajo

excelente. Bravo. Y ahora, ¿de qué estábamos hablando? Ah, sí, ya me acuerdo. De

que no tenéis la menor idea de dónde está la Llave de Cobre y necesitáis mi ayuda

para encontrarla.

Sorrento entrecerró los ojos, y se echó a reír.

—Chico, me caes bien —admitió, sin dejar de sonreírme—. Eres inteligente. Y

tienes cojones. Dos cualidades que admiro mucho.

Seguimos conversando. Al cabo de unos minutos llegamos al inmenso despacho

de Sorrento. Desde sus ventanales se extendía una sobrecogedora vista de la «ciudad»

circundante. El cielo estaba lleno de coches aéreos y naves espaciales y el sol

simulado del planeta empezaba a ponerse. Sorrento se sentó a su escritorio y me

indicó que yo lo hiciera en la butaca que había frente a la suya.

«Ahí viene —pensé mientras tomaba asiento—. Tú tranquilo, Wade.»

—Voy a ir al grano —dijo Sorrento—. IOI quiere ficharte. Como consultor, para

que nos ayudes en la búsqueda del Huevo de Pascua de Halliday. Tendrás a tu

disposición los inmensos recursos de la empresa. Dinero, armas, objetos mágicos,

naves, artefactos. Lo que quieras.

—¿Qué cargo tendría?

—Ovólogo en jefe —me respondió—. Estarías al mando de toda la división, sólo

yo estaría por encima de ti. Estoy hablando de cinco mil avatares perfectamente

entrenados y listos para el combate, que obedecerían tus órdenes directas.

—Suena bien —contesté, esforzándome al máximo por no mostrar mis

emociones.

—Pues sí. Pero aún hay más. A cambio de tus servicios estamos dispuestos a

pagarte dos millones de dólares al año, además de un suplemento de un millón por

adelantado en el momento de firmar el contrato. Y cuando nos ayudes a encontrar el

Huevo, si se da el caso, recibirás una bonificación de veinticinco millones de dólares.

Hice como si sumara todas aquellas cifras ayudándome de los dedos.

—¡Uau! —exclamé, intentando sonar impresionado—. ¿Y podré trabajar desde

casa?

Sorrento parecía no saber si le estaba tomando el pelo o hablaba en serio.

—No —respondió—. Me temo que no. Tendrías que instalarte aquí, en

Columbus. Pero nosotros te proporcionaríamos un lugar de residencia excelente aquí

mismo, en nuestras instalaciones. Y un despacho privado, claro. Tu propio equipo de

inmersión de última generación…

www.lectulandia.com - Página 132

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