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Ready Player One - Ernest Cline

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Aquella semana no lograba concentrarme en lo que decían mis profesores. Por

suerte apenas me quedaban dos meses de clase y ya había sumado los créditos que me

hacían falta para graduarme, aunque a partir de entonces me colgara y no hiciera

nada. De modo que iba de una clase a otra como si estuviera dentro de una nube,

pensando una y otra vez en el acertijo de la Llave de Jade, que recitaba mentalmente

sin cesar:

Una Llave de Jade oculta el capitán

en hogar viejo y decrépito.

Mas el silbato sólo harás sonar

cuando los trofeos tengas en tu crédito.

Según el diccionario, un poema de cuatro versos con rima alterna se llamaba

«cuarteta», y así fue cómo se conoció el acertijo. Todas las noches, después de las

clases, me conectaba a Oasis y llenaba las páginas en blanco de mi Diario del Grial

con posibles interpretaciones de la cuarteta.

¿A qué capitán se refería Anorak? ¿Al Capitán Canguro? ¿Al Capitán América?

¿Al Capitán Buck Rogers del siglo XXV?

¿Y dónde coño se encontraba ese «hogar viejo y decrépito»? Esa parte de la pista

era tan general que resultaba desesperante. La casa de Middletown en la que Halliday

había pasado su infancia no podía considerarse «decrépita»; pero, claro está, podía

referirse a alguna otra casa de su ciudad natal. Con todo, esa posibilidad parecía

demasiado fácil, y la posible ubicación demasiado cercana al escondite de la Llave de

Cobre.

En un primer momento pensé que aquel «hogar decrépito» podía hacer referencia

a la película La revancha de los novatos, una de las favoritas de Halliday. En ella, los

novatos del título alquilan una casa decrépita y la arreglan (durante uno de esos

montajes musicales tan típicos de los ochenta). Decidí visitar una recreación de la

casa de La revancha de los novatos que encontré en el planeta Skolnick y me pasé un

día entero buscando, sin resultado.

Los últimos dos versos de «La cuarteta» también constituían, para mí, un misterio

absoluto. Parecían decir que, una vez encontrada la casa decrépita, había que

acumular una serie de trofeos y después soplar algún silbato. Tal vez eso de tocar el

silbato tuviera un sentido más figurado y significara «alertar de algo» o «revelar

algo». Fuera como fuese, aquello no tenía ningún sentido. Pero yo seguía repasando

los versos, palabra por palabra, hasta que se me derretía el cerebro.

Ese viernes, al salir de clase, el día en que Daito y Shoto franquearon la Primera

www.lectulandia.com - Página 123

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