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Ready Player One - Ernest Cline

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Me eché a reír.

—Siento haber tardado un rato en responderte. Ayer me acosté un poco tarde.

—No me jodas con que te has acostado tarde —dijo—. ¡Mírate! ¿Cómo puedes

estar tan calmado? ¿Es que no te das cuenta de lo que significa? ¡Esto es una pasada!

¡Es total! ¡Felicidades, tío, joder! —Empezó a hacerme reverencias sin parar, una tras

otra—. ¡No soy digno de vos!

—Para ya, tío. No hay para tanto. Todavía no he ganado nada…

—¿No hay para tanto? —volvió a gritar—. ¡NO-HAY-PARA-TANTO! ¿Me estás

tomando el pelo? Pero si eres una leyenda, tío. Te has convertido en el primer gunter

de la historia en encontrar la Llave de Cobre. Y en franquear la Primera Puerta. A

partir de este momento eres un dios. ¿Es que no te das cuenta, loco?

—Te lo digo en serio. Basta. No necesito que me metas más miedo en el cuerpo.

Con el que ya tengo me sobra.

—¿Has visto las noticias? El mundo entero está alucinando. ¡Y los mensajes en

los muros de algunos gunters echan humo! Todos hablan de ti, amiguito.

—Lo sé. Escucha, espero que no estés enfadado conmigo por no decirte nada. Se

me hacía raro no devolverte las llamadas ni contarte en qué andaba metido…

—Vamos, tío. —Me miró con desprecio—. Sabes muy bien que yo, en tu lugar,

habría hecho exactamente lo mismo. El juego hay que jugarlo así. Pero… —se puso

más serio— me intriga saber cómo fue que esa Art3mis logró encontrar la Llave de

Cobre y franquear la puerta inmediatamente después de ti. Todo el mundo parece

pensar que los dos trabajáis juntos, pero yo sé que es mentira. Así que cuéntame qué

ha pasado. ¿Te estaba siguiendo, o algo así?

Negué con la cabeza.

—No. Ella ya había encontrado el escondite de la llave antes que yo. Según me

dijo, el mes pasado. Pero hasta ahora no ha sido capaz de hacerse con ella. —

Mantuve silencio unos instantes—. La verdad es que no puedo entrar en muchos

detalles sin… ya sabes…

Hache levantó las dos manos.

—No te preocupes. Lo entiendo perfectamente. No quisiera que se te escapara

algo sin querer. —Me dedicó su característica sonrisa de oreja a oreja, y sus dientes

blancos, resplandecientes, parecieron ocupar la mitad de la ventana—. La verdad es

que tendría que contarte dónde estoy en este momento…

Ajustó la cámara virtual para alejar el zoom y mostrar un plano más general de su

paradero. Vi que se encontraba en lo alto de la colina de cima plana, en el exterior de

la Tumba de los Horrores.

Me quedé boquiabierto.

—¿Cómo coño has…?

—Bueno, cuando anoche vi tu nombre en todos los informativos pensé que tú

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