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Ready Player One - Ernest Cline

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y series de televisión preferidas.

Cuando llegué a las escenas finales, el cansancio empezaba a pasarme factura y

noté que no controlaba bien mis movimientos. Llevaba más de veinticuatro horas sin

dormir, conectado ininterrumpidamente. La última acción que debía ejecutar consistía

en ordenar al superordenador WOPR que jugara a tres en raya consigo mismo. Como

todos los juegos a los que jugaba el WOPR terminaban en tablas, aquello tenía el

improbable efecto de enseñar al ordenador, dotado de inteligencia artificial, que «lo

único que había que hacer para ganar era no jugar». Y de ese modo se impedía que el

WOPR lanzara todos los misiles balísticos intercontinentales de Estados Unidos

contra la Unión Soviética.

Yo, David Lightman, adolescente y loco por la informática, residente en las

afueras de Seattle, había conseguido impedir sin ayuda de nadie que se produjera el

fin de la civilización humana.

Los presentes en el centro de control NORAD prorrumpieron en gritos de alegría

y yo esperé a que aparecieran los créditos finales. Pero no aparecieron. Lo que

sucedió, en cambio, fue que los demás personajes se esfumaron y me dejaron solo en

aquella gigantesca sala de operaciones militares. Al fijarme en el reflejo que me

devolvía el monitor de un ordenador, comprobé que mi avatar ya no era como

Matthew Broderick. Volvía a ser Parzival.

Miré a mi alrededor, aún en el centro de control, preguntándome qué se suponía

que debía hacer a continuación. Y entonces todas las pantallas gigantes que me

rodeaban se pusieron en blanco y cuatro líneas de texto en letras verdes, brillantes,

aparecieron en ellas. Se trataba de otro acertijo:

Una Llave de Jade oculta el capitán

en hogar viejo y decrépito.

Mas el silbato sólo harás sonar

cuando los trofeos tengas en tu crédito.

Permanecí allí unos segundos, contemplando las palabras en silencio,

desconcertado, pero cuando salí de mi asombro tomé varias fotos del texto. Mientras

lo hacía, la Puerta de Cobre apareció de nuevo, encajada en una pared cercana. La

verja estaba abierta y, a través de ella, veía el dormitorio de Halliday. Era la salida.

Lo había conseguido. Había franqueado la Primera Puerta.

Miré hacia atrás y vi una vez más el acertijo escrito en las pantallas. Había

tardado varios años en descifrar «La quintilla» y localizar la Llave de Cobre. A

primera vista, era posible que resolver aquel nuevo acertijo sobre la Llave de Jade me

llevara también mucho tiempo. No entendía ni una palabra. Pero estaba exhausto y

ése no era el momento de enfrentarme a adivinanzas. Apenas me quedaban fuerzas

www.lectulandia.com - Página 108

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