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Ready Player One - Ernest Cline

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sonora de Lady Halcón, llena de sintetizadores. Cómo iba a vengarme de Hache

cuando lo viera…

Alcancé el último nivel de la mazmorra hacia las cuatro de la madrugada y tuve

que enfrentarme al Brujo Malvado de Daggorath. Tras morirme y comenzar de nuevo

dos veces, logré derrotarlo, usando la Espada Élfica y una Anilla de Hielo. Superé el

juego recogiendo el anillo mágico del hechicero, que me quedé. Cuando lo hice, en la

pantalla apareció una imagen que mostraba a un mago con una estrella brillante en su

vara y en sus ropajes. El texto de la parte inferior rezaba así: «¡MIRAD: EL

DESTINO AGUARDA LA MANO DE UN NUEVO MAGO!»

Esperé para ver qué sucedía. Por un momento no ocurrió nada. Pero luego la

viejísima impresora de matriz de puntos de Halliday se puso en marcha y, con gran

estrépito, escupió una sola línea de texto. El rodillo giró y arrastró la hoja hasta lo

alto de la máquina. La arranqué y leí lo que decía:

«¡FELICIDADES! ¡HAS FRANQUEADO LA PRIMERA PUERTA!»

Miré a mi alrededor y vi que, en la pared del dormitorio, había aparecido una

verja de hierro forjado, en el mismo lugar donde, hasta hacía un segundo, había

colgado un póster de la película Juegos de guerra. En el centro de la verja había un

cerrojo de cobre con una cerradura.

Me subí a la mesa de Halliday para alcanzarla, metí la Llave de Cobre en ella y la

giré. Entonces, la verja entera emitió un potente resplandor, se calentó mucho y sus

dos hojas se abrieron hacia dentro, revelando, al hacerlo, un campo estrellado.

Parecía ser un portal hacia el espacio profundo.

—Dios mío, está lleno de estrellas —oí decir a una voz despersonalizada.

Reconocí al instante una de las frases de 2001, Odisea del espacio. Después llegó

hasta mis oídos un zumbido continuo, grave, inquietante, seguido de un fragmento

musical de la banda sonora de la misma película: Así hablaba Zaratustra, de Richard

Strauss.

Me asomé y miré al otro lado del portal. A izquierda y derecha, arriba y abajo.

Nada más que un campo infinito de estrellas en todas direcciones. Entrecerré los ojos

y distinguí también algunas nebulosas diminutas de galaxias lejanas.

No lo dudé. Me lancé a la verja abierta. Tuve la sensación de que me atraía, de

que tiraba de mí y empecé a caer. Pero en lugar de descender seguía moviéndome

hacia delante y las estrellas parecían moverse conmigo.

www.lectulandia.com - Página 103

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