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Ready Player One - Ernest Cline

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Dragones y mazmorras. Apoyadas contra la pared había cajas que contenían cómics,

todas perfectamente etiquetadas. Y sobre el escritorio envejecido de Halliday, que era

de madera, estaba su primer ordenador.

Como muchos ordenadores personales de la época, el procesador y el teclado se

presentaban en una sola pieza. En una etiqueta, sobre las teclas, podía leerse TRS-80

COLOR COMPUTER 2, 16K RAM. De la parte trasera de la máquina salían unos

cables que la conectaban a un grabador de casetes, a un pequeño televisor en color, a

una impresora de matriz de puntos y a un módem de trescientos baudios.

Pegada con celo a la mesa, junto al módem, había una larga lista de números de

teléfono para llamar a los BBS, o sistemas de boletín de anuncios.

Me senté y busqué los interruptores de encendido del ordenador y la pantalla. Oí

el chasquido de la electricidad estática, seguido de un zumbido sordo que indicaba

que el televisor se estaba calentando. Un momento después, se encendió la pantalla

verde del TRS-80 que anunciaba:

EXTENDED COLOR BASIC 1.1

COPYRIGHT© 1982 BY TANDY

OK

Debajo apareció el cursor parpadeante, que adoptaba todos los colores del

espectro.

Tecleé «Helio» y le di a INTRO.

En la línea siguiente aparecieron las palabras: «SYNTAX ERROR». La palabra

«Helio» no era un comando básico de BASIC, el único lenguaje que entendía aquel

ordenador viejísimo.

Sabía, por mis investigaciones, que el grabador de casetes hacía las veces de

«unidad de disco» del TRS-80. Almacenaba datos como sonidos análogos en cintas

magnéticas de audio. Cuando Halliday empezó a programar, el pobre no tenía acceso

siquiera a una unidad de discos floppy. Debía almacenar sus códigos en cintas de

casete. La mayoría de ellos, juegos de aventuras basados en textos: Raaku-tu,

Bedlam, Pyramid y Madness and the Minotaur. También había algunos cartuchos

ROM, que se introducían en una ranura a un lado del ordenador. Busqué en la caja

hasta que encontré un cartucho que tenía pegada una etiqueta roja, desgastada, en la

que, en letras amarillas, se leía «Mazmorras de Daggorath». La imagen del juego

mostraba un plano subjetivo del largo pasadizo de una mazmorra bloqueado por un

corpulento gigante azul que blandía una gran hacha de piedra.

Cuando apareció por primera vez online una lista con los juegos encontrados en el

dormitorio de Halliday los bajé todos y practiqué hasta dominarlos, de modo que ya

había superado Mazmorras de Daggorath hacía unos dos años. Había tardado casi un

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