Apologeticum06
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General
simples malentendidos es, a mi modo de ver, una pretensión
iluminista, que no da la verdadera medida de lo que fueron
aquellas luchas apasionadas, ni el peso de realidad presente
en sus alegatos. La verdadera cuestión, por tanto, puede
únicamente consistir en preguntarnos hasta qué punto
hoy es posible superar las posturas de entonces y alcanzar
un consenso que vaya más allá de aquel tiempo. En otras
palabras: la unidad exige pasos nuevos y no se realiza
mediante artificios interpretativos. Si en su día [la división]
se realizó con experiencias religiosas contrapuestas, que
no podían hallar espacio en el campo vital de la doctrina
eclesiástica transmitida, tampoco hoy la unidad se forja
solamente mediante variopintas discusiones, sino con la
fuerza de la experiencia religiosa. La indiferencia es un medio
de unión tan sólo en apariencia.”
(Card. Joseph Ratzinger, Iglesia, Ecumenismo y Política.
Nuevos ensayos de eclesiología, Biblioteca de Autores
Cristianos, Madrid 1987, pp. 120-121).
Dicho de lenguaje simple, las diferencias existen, e
ignorarlas no hará que desaparezcan, punto que trataré a
continuación.
¿Estamos hoy en día de acuerdo católicos y protestantes
en lo referente a la doctrina de la justificación?
El Papa Francisco aludiendo al acuerdo católico-luterano
respecto a la justificación de 1999 declaró en una
entrevista que “hoy en día, los protestantes y los católicos
están de acuerdo en la doctrina de la justificación”.
Con todo el respeto que se merece el Papa, y
comprendiendo que este tipo de declaraciones pueden
estar motivadas por la buena intención de buscar un
acercamiento entre católicos y protestantes, creo que si
somos realistas tenemos que aceptar que la situación es
muy distinta. En primer lugar, había que matizar que dicha
declaración solamente fue firmada por la Iglesia Católica
y la Federación Luterana Mundial. Dicha Federación
representa solo un conjunto de iglesias luteranas, las
cuales no abarcan ni al 7% del protestantismo y ni siquiera
a la totalidad del luteranismo. Es un hecho lamentable pero
cierto que el rechazo del acuerdo fue prácticamente total
por el resto de las denominaciones cristianas incluyendo
las bautistas, metodistas, calvinistas, pentecostales, etc.
Y como hizo notar acertadamente Luis Fernando Pérez
en un artículo publicado en Infocatólica, inclusive dentro
del propio luteranismo dicho acuerdo fue ampliamente
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rechazado por cientos de teólogos y por la Iglesia
evangélica de Dinamarca (luterana) con un argumento
lleno de sentido común: se trata un texto que el propio
Lutero habría rechazado, pues se acerca a la doctrina
católica sobre la justificación y se aparta del sola fide del
ex-monje agustino alemán.
El teólogo protestante José Grau lo explicó de la siguiente
manera:
“El llamado acuerdo sobre la justificación de 1999, al igual
que las conversaciones que sirvieron de prolegómenos
en las dos últimas décadas del siglo XX, hacen con la
doctrina de la justificación lo mismo que hizo Trento con
el agustinianismo: se acercan semánticamente a Lutero
(aunque sin condenarlo por nombre, específicamente, ni
tampoco levantar la excomunión vaticana que pesa sobre
él). Y así como en Trento la iglesia romana descafeinó a
Agustín (nota nuestra: esto es falso), ahora estos luteranos
del brazo de los católicos descafeínan a Lutero.
El resultado práctico no es otro que la inutilización de la
«dinamita» del mensaje reformado, luterano, protestante y
bíblico sobre todo (el Evangelio es poder (dinamita) de Dios
para salvación a todo aquel que cree…» Romanos 1:16),
anulando la espoleta de las doctrinas de la gracia mediante
una terminología teológica que parece del agrado de todos
si se lee de corrido, sin profundizar en los conceptos. Unas
afirmaciones equilibran a otras de signo diferente, sin entrar
casi nunca en el meollo fundamental de la cuestión.
Como escribe Pedro Puigvert, en carta a «La Vanguardia» (5-
11-99): «Los católicos no han cedido nada. Porque eso de
confesar que la justificación es obra de la gracia de Dios
lo han creído siempre, juntamente con la cooperación
humana que ahora resulta que también es fruto de la gracia,
aunque lo desmienta la Escritura cuando dice: «Al que obra
no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
mas al que no obra, sino que cree en Aquel que justifica al
impío, su fe le es contada por justicia» (Romanos 4:5-6).
Roma ha ganado la batalla doctrinal. ¡Si Lutero alzara
la cabeza! ”
En lo personal me gustaría compartir la apreciación
del Papa y creer que verdaderamente los católicos y
evangélicos hemos llegado a profesar una misma fe
respecto al tema de la justificación, pero la cruda realidad
es otra, y es que ni siquiera los propios protestantes están
de acuerdo entre ellos en este tema.