REVISTA DICIEMBRE

Mundo Plural
La OTAN en la encrucijada
Más allá de los resultados que sean alcanzados,
la cumbre de la OTAN que tiene lugar en
Londres pasará a la historia por las fricciones
de escala que atraviesa la entidad políticamilitar
occidental.
En uno de sus arranques de realismo casi
"ofensivo", el mandatario francés Emmanuel
Macron sostuvo hace poco en una entrevista
para una prestigiosa revista que el estado de
la OTAN era de "muerte cerebral", sin duda, un
calificativo que prácticamente deja sin márgenes
la posibilidad de continuidad de aquella.
Nadie regresa de una muerte cerebral. Y si sucediera
un milagro y una persona volviera, seguramente
nada será igual para ella.
La OTAN ya ha sobrevivido a sí misma y a la
misma experiencia, pues a casi 30 años del
final de la Guerra Fría, contexto en el que la
OTAN vio la luz, la organización atlantooccidental
continúa con vida, aunque cada vez
con menos certezas sobre su doctrina, su misión
y la "satisfacción estratégica" de algunos
de sus miembros más importantes.
Dicha sobrevivencia ha sido, sin duda alguna,
una excepción en la historia de las relaciones
entre Estados, pues la experiencia en la disciplina
no registra un caso semejante: las alianzas
o ligas política-militares entre Estados, una
vez terminada la causa para la que fueron
creadas, se disuelven o se desarman. Los
conflictos y retos seguirán, pero los que hicieron
necesaria su creación, al desaparecer dejan
sin razón a la alianza o liga.
En el caso de la OTAN, el fin de la Guerra Fría
y la propia desaparición de la Unión Soviética
no solo no conllevó el fin de la Alianza Atlántica,
sino que ésta se extendió a los países de
Europa central y después, desafiando todas
las leyes de deferencia geopolítica y las casi
infalibles prevenciones que marca el realismo
en la política entre Estados, marchó al este del
este, es decir, hacia las líneas geopolíticas rojas
de Rusia, creando no solo un innecesario
conflicto, sino la mutilación territorial de un Estado,
Ucrania, y tal vez otra nueva en el futuro
si la situación empeora.
Desde esta perspectiva, no ha sido Rusia la
responsable de la actual situación de crisis
mayor en las relaciones internacionales, una
situación de "ni paz ni guerra" entre Occidente
y Rusia, sino que ha sido la decisión de Estados
Unidos el factor desencadenante al buscar
rentabilizar su victoria en la Guerra Fría con el
fin de impedir que Rusia, débil y desconocida
por entonces, volviera eventualmente a convertirse
en un desafío mayor para un Estados
Unidos, que por aquellos años, como muy bien
lo denominó Samuel Huntington, era la
"superpotencia solitaria".
La ausencia de Europa en esta situación facilitó
la situación a la que se llegó. En efecto,
dentro de su "zona de confort estratégico" y sin
preocuparse por realizar mínimas apreciaciones
de cuño geopolítico, una vez más como
"sonámbulos", para usar el término de Christopher
Clark, los países de la UE fueron arrastrados
a una situación de crisis que les implicó
(nada menos que ante la Rusia de Putin) más
problemas que soluciones, algo a lo que también
se refirió Macron en la entrevista, aunque
ello no fue muy destacado.
Algo tarde, Europa ha comprendido que la era
de la "comodidad estratégica" ha llegado a su
fin, y que su seguridad no puede depender de
otro actor que no sea Europa. El presidente
Trump ha sido duro pero realista con su socio,
sobre todo cuando lo conminó a incrementar
sus responsabilidades financieras con la
OTAN. Sin proponérselo, acaso el presidente
estadounidense le ha hecho un favor a Europa:
que piense geopolítica y estratégicamente
por sí misma.