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Mundo Plural<br />
CONFESIÓN<br />
Disculpe Padre que no sea día de confesión,<br />
pero mi culpa es tan grande que me he tomado<br />
el atrevimiento de venir a verlo sin previo<br />
aviso. Sé que es una obviedad, pero Padre he<br />
pecado. Y no una vez, o dos, o quizás tres, he<br />
pecado siete veces en una noche. Antes de<br />
pasar a mi relato, necesito que usted sepa que<br />
he sido siempre un hombre de bien. Buen hijo,<br />
buen hermano, buen amigo y, por sobre todas<br />
las cosas, un buen “hijo de Dios”. Sí, como lo<br />
oyó. Yo era un buen hijo de Dios. Hasta ese<br />
día Padre. Hasta ese día… Era una mañana<br />
de domingo, y como todas las mañanas de domingo,<br />
mi familia y yo concurríamos a la iglesia<br />
del pueblo. Transcurría la ceremonia normalmente,<br />
sin nada que alterara el orden de los<br />
sucesos. Hasta ese momento en que ella apareció.<br />
No era una mujer cualquiera. Era diferente.<br />
Altiva, bella e inteligente, derrochaba<br />
sensualidad al caminar. Su mirada era tan penetrante<br />
que podía ser capaz de atravesar con<br />
sus ojos la mismísima muralla China de punta<br />
a punta, ida y vuelta y sin escala. Esa era Inés.<br />
Esa era “mi” Inés. Inés y yo comenzamos una<br />
relación a los pocos días de aquella mañana<br />
otoñal. Fue todo muy rápido. Con ella nada sucedía<br />
lentamente. Pero una noche pasó algo<br />
que cambiaría para siempre nuestra historia.<br />
Fui a su casa. Ella vivía sola. Recuerdo que<br />
llevé un buen vino tinto y me esperó con manjares<br />
afrodisíacos, como le gustaba llamarlos.<br />
Comimos y nos embriagamos hasta el cansancio.<br />
Seguido a eso, no se pudo esperar otra<br />
cosa que lo previsible. Nos sumergimos en un<br />
océano de pasión descontrolada y lo hicimos<br />
una y otra vez hasta el hartazgo. Ya cansados<br />
nos fundimos en un sillón y no quisimos levantarnos,<br />
ni para limpiar los desechos que habían<br />
quedado esparcidos por toda la habitación.<br />
2 Es ahí cuando le confesé mi deseo más<br />
profundo de conquistar los placeres materiales<br />
que logran tener los hombres poderosos, esos<br />
que tanto odiaban los devotos de la iglesia a la<br />
que yo asistía. Le enumeré las millones de razones<br />
por las cuales yo estaba capacitado para<br />
lograr tales sueños mundanos. Me sentí importante<br />
ante mi adorada mujer. Me sentí el<br />
mejor. Pero ella también me habló de esos anhelos<br />
Padre… Me desarrolló sus grandes cualidades<br />
para conseguir todo aquello. Y sabía<br />
que era mejor que yo. Mucho más. Siempre lo<br />
había sabido. Eso me carcomía la mente y el<br />
espíritu. Pero en un instante, porque fue solo<br />
eso Padre, tan solo un instante, sentí sonar su<br />
teléfono y la vi correr a la otra habitación para<br />
atenderlo. Sin que ella lo notara escuché como<br />
le decía a él, porque nunca supe ni sabré su<br />
nombre, lo mucho que lo extrañaba, como necesitaba<br />
tenerlo otra vez en su vida y que ya<br />
no soportaba estar al lado de un fracasado como<br />
yo. Me sentí morir. El corazón se me detuvo,<br />
pero la mente fue veloz y sin pensarlo, como<br />
una fiera desbocada, tomé un cuchillo de<br />
los que habíamos usado en aquella cena y como<br />
un demonio furioso, clavé ese látigo de<br />
metal en su corazón. La sangre se desprendía<br />
a borbotones de su cuerpo. La había matado<br />
Padre ¡Dios mío! ¡No puedo concebir que la<br />
maté! Es por eso Padre que le decía que había<br />
pecado siete veces en una noche. Siete pecados<br />
y capitales todos ellos… - ¿Qué sucede<br />
Padre? ¿A quién está llamando? Se supone<br />
que en el confesionario estaríamos sólo Usted<br />
y yo. - Enfermera lleve al paciente a la habitación.<br />
Todavía no ha elaborado la situación de<br />
haber dejado los votos por una mujer que lo<br />
traicionó. Evidentemente no ha respondido a la<br />
medicación. Refuércela esta noche. Trate de<br />
que pueda descansar y mañana tráigalo nuevamente<br />
al mediodía. Veremos si con el aumento<br />
de la dosis podemos tener mejores resultados.<br />
Vaya, llévelo por favor. - ¿Padre<br />
quién es ésta mujer? ¿A dónde me lleva? Por<br />
favor Padre, tan solo dígame que Dios me ha<br />
perdonado. - Descanse Sr. Luggini, descanse.<br />
Mañana hablaremos nuevamente y, quédese<br />
tranquilo… Dios me ha dicho que lo ha perdonado.<br />
Mariela de<br />
Gregorio