11.12.2019 Views

Vivir para contarla - Gabriel Garcia Marquez

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

colombianos, y unas migas muy malas por su obsesión de impedir que se

contrariaran los códigos morales en el ámbito puro de su hotel. Todo esto empezó

de manera muy fácil por ser él un viejo amigo de mi tío Juan de Dios y se

complacía en evocar sus recuerdos.

Para mí fue una lotería aquel galpón del patio, porque las muchas horas que

me sobraban se me iban ley endo en una hamaca bajo el bochorno del mediodía.

En tiempos de hambruna llegué a leer desde tratados de cirugía hasta manuales

de contabilidad, sin pensar que habrían de servirme para mis aventuras de

escritor. El trabajo era casi espontáneo, porque la may oría de los clientes

pasaban de algún modo por el cedal de los Iguarán y los Cotes, y a mí me

bastaba con una visita que se prolongaba hasta el almuerzo evocando tramoyas

de familia. Algunos firmaban el contrato sin leerlo para estar a tiempo con el

resto de la tribu que nos esperaba para almorzar a la sombra de los acordeones.

Entre Valledupar y La Paz hice mi cosecha grande en menos de una semana y

regresé a Barranquilla con la emoción de haber estado en el único lugar del

mundo que de veras entendía.

El 13 de junio muy temprano iba en el autobús hacia no sé dónde cuando me

enteré de que las Fuerzas Armadas se habían tomado el poder ante el desorden

que reinaba en el gobierno y en el país entero. El 6 de septiembre del año

anterior, una turba de pandilleros conservadores y policías en uniforme habían

prendido fuego en Bogotá a los edificios de El Tiempo y El Espectador, los dos

diarios más importantes del país, y atacaron a bala las residencias del ex

presidente Alfonso López Pumarejo y de Carlos Lleras Restrepo, presidente de la

Dirección Liberal. Este último, reconocido como un político de carácter duro,

alcanzó a intercambiar disparos con sus agresores, pero al final se vio obligado a

escapar por las bardas de una casa vecina. La situación de violencia oficial que

padecía el país desde el 9 de abril se había vuelto insostenible.

Hasta la madrugada de aquel 13 de junio, cuando el general de división

Gustavo Rojas Pinilla sacó del palacio al presidente encargado, Roberto Urdaneta

Arbeláez. Laureano Gómez, el presidente titular en uso de buen retiro por

disposición de sus médicos, reasumió entonces el mando en silla de ruedas, y

trató de darse un golpe a sí mismo y gobernar los quince meses que le faltaban

para su término constitucional. Pero Rojas Pinilla y su plana mayor habían

llegado para quedarse.

El respaldo nacional fue inmediato y unánime a la decisión de la Asamblea

Constituy ente que legitimó el golpe militar. Rojas Pinilla fue investido de poderes

hasta el término del periodo presidencial, en agosto del año siguiente, y Laureano

Gómez viajó con su familia a Benidorm, en la costa levantina de España,

dejando detrás la impresión ilusoria de que sus tiempos de rabias habían

terminado. Los patriarcas liberales proclamaron su apoy o a la reconciliación

nacional con un llamado a sus copartidarios en armas en todo el país. La foto más

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!