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Vivir para contarla - Gabriel Garcia Marquez

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prensa.

Al amanecer, después de embarcar casi a rastras al señor gobernador,

fuimos al Chop Suey, el desay unadero de los grandes amanecidos. Alfonso

compró en el quiosco de la esquina tres ejemplares de El Heraldo, en cuya

página editorial había una nota firmada por Puck, su seudónimo en la columna

interdiaria. Era sólo un saludo para mí, pero Germán le tomó el pelo porque la

nota decía que y o estaba allí de vacaciones informales.

—Lo mejor hubiera sido decir que se queda a vivir aquí para no escribir una

nota de saludo y después otra de despedida —se burló Germán—. Menos gasto

para un periódico tan tacaño como El Heraldo.

Ya en serio, Alfonso pensaba que no le iría mal a su sección editorial un

columnista más. Pero Germán estaba indomable a la luz del amanecer.

—Será un quintacolumnista porque y a tienen cuatro.

Ninguno de ellos consultó mi disposición, como y o lo deseaba, para decirle

que sí. No se habló más del tema. Ni fue necesario, porque Alfonso me dijo esa

noche que había hablado con la dirección del periódico y les parecía bien la idea

de un nuevo columnista, siempre que fuera bueno pero sin muchas pretensiones.

En todo caso no podían resolver nada hasta después de las fiestas del Año Nuevo.

De modo que me quedé con el pretexto del empleo, aunque en febrero me

dijeran que no.

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