REVISTA MUNDO PLURAL NOVIEMBRE
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Mundo Plural<br />
Los fríos (e insuficientes) números de la<br />
economía<br />
Sudamérica – y América Latina en general -,<br />
ha crujido. La desigualdad y la pobreza, atemperados<br />
por la coerción y el control comunicacional<br />
que denota la historia de nuestra región,<br />
suelen encontrar su punto de eclosión<br />
cuando se conjugan con otras variables menos<br />
economicistas, menos palpables para la<br />
macro, pero potentes en términos cualitativos.<br />
La pasión, las ganas de vivir mejor, la necesidad<br />
de cambiar un presente de carencias. Las<br />
últimas semanas han sido una clara muestra<br />
de ello.<br />
El falso “milagro económico chileno” desnudo<br />
para al resto de la sociedad lo que los economistas<br />
sabemos desde el primer día que ingresamos<br />
a la Universidad. Crecimiento no es<br />
igual a desarrollo, y el efecto derrame no solo<br />
no es una relación estrictamente proporcional<br />
entre acumulación de capital y propagación<br />
pro-positiva del mercado interno, sino que<br />
además es claramente insuficiente para terminar<br />
con las desigualdades. Los números hablan<br />
por sí solos. Mientras el 1% más adinerado<br />
del país acumuló el año pasado el 26,5%<br />
de la riqueza, el 50% de los hogares de menores<br />
ingresos accedió solo al 2,1%; a ello se le<br />
adiciona que el 50% de la población activa<br />
percibe un salario de US$550 al mes (el sueldo<br />
mínimo actual de subsistencia es de<br />
US$414), bajo un escenario donde los medicamentos<br />
no genéricos y la educación privada,<br />
solo para citar algunos ejemplos, son los<br />
más caros de la región.<br />
Sin embargo, este contexto no es suficiente<br />
para explicar el millón de personas que se<br />
unieron para reclamar frente al Palacio de la<br />
Moneda; para ello, se deben comprender los<br />
arraigados factores culturales que mellan en<br />
la estructura social chilena. La capacidad de<br />
desarrollo de la ciudadanía se encuentra limitada<br />
por el apellido que se tiene, por el lugar<br />
donde se vive, por el colegio que se puede<br />
pagar para sus hijos. Por ende, el hartazgo no<br />
es puntual de un aumento del boleto del metro.<br />
Es acumulativo y suele tener un detonante.<br />
En este caso, ha sido la burla de altos funcionarios<br />
del gobierno de Sebastián Piñera<br />
que le pedían, a la enorme mayoría de jóvenes<br />
y trabajadores que apenas llegan a fin de<br />
mes, que se levanten más temprano pero evitar<br />
tener que realizar ‗ese esfuerzo económico‘.<br />
Aquel que las elites, de las cuales ellos<br />
son parte, no realizan. Ni siquiera lo perciben.<br />
Lo mismo ocurrió en Ecuador. Con enorme<br />
liviandad, el gobierno de Lenin Moreno le pedía<br />
a la ciudadanía hidalguía para soportar el<br />
incremento exponencial del precio del combustible,<br />
tras la quita de subsidios que permitirían<br />
ahorrar 1.000 millones de dólares. Mientras<br />
que, al mismo tiempo, los medios de comunicación<br />
no ocultaban, con total desparpajo,<br />
exenciones impositivas por 4.600 millones<br />
de dólares para los grupos económicos concentrados<br />
amigos del poder político. Como<br />
consecuencia, una gran parte de la ciudadanía<br />
salió a las calles. Sobre todo los indígenas,<br />
con sus mujeres al frente, quienes han<br />
sido hasta el día de hoy las más vulnerables:<br />
por su género, por ser indígenas, por ser pobres.<br />
El estricto cumplimiento financiero bajo<br />
las directrices del FMI provocaron el despertar<br />
de aquellas violentadas en su ser. Evidentemente,<br />
el honor no entiende de medidas obsecuentes<br />
para con la estabilidad macroeconómica.<br />
Las elecciones en Bolivia y Uruguay han dado<br />
otra muestra de desgaste gubernamental;<br />
por más efectivos que hayan sido en defender<br />
sus valores progresistas, ambos gobiernos<br />
han percibido el descontento existente en un<br />
núcleo blando del electorado que busca alternativas<br />
superadoras. En este sentido, el ser<br />
humano quiere vivir mejor, tener una mejor<br />
calidad de representación institucional, poder<br />
satisfacer con felicidad sus propios deseos.<br />
Pero también los gobiernos han perdido su<br />
eficacia y se han enlodado en la ineficiencia y<br />
la corrupción, desarrollando un frecuente estatus-quo<br />
de poder que se balancea entre la oligarquía,<br />
la plutocracia y el nepotismo; lo que<br />
potencia, bajo un discurso de mayor eficiencia<br />
y democracia, aún más el drenaje de un electorado<br />
pragmáticamente desleal.