REVISTA MUNDO PLURAL NOVIEMBRE
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Mundo Plural<br />
Efectos clásicos<br />
“Los clásicos hay que ganarlos como sea”.<br />
―No hay nada más importante que ganar el clásico‖.<br />
―Si perdemos el clásico vamos a sufrir<br />
muchísimo‖. Todas esas frases se pueden escuchar<br />
a menudo cuando se disputan encuentros<br />
entre equipos que arrastran una rivalidad<br />
histórica.<br />
En gran medida, se suele pensar que todas<br />
estas palabras tienen un gran componente<br />
emocional, con lo cual deben ser mucho más<br />
cercanas al pensamiento de los simpatizantes<br />
que al de los protagonistas. Sin embargo, no<br />
siempre es así.<br />
Estas mismas frases suelen ser esbozadas<br />
por jugadores, directores técnicos y hasta dirigentes<br />
de clubes que consideran que su ―año<br />
deportivo‖ gira en torno al resultado obtenido<br />
cuando se enfrenta con su clásico rival.<br />
La última vez que un protagonista se atrevió<br />
a relativizar la importancia de un derby generó<br />
una polémica tan grande que solo fue acallada<br />
con la obtención de un campeonato. Tal es el<br />
recuerdo de 2014 cuando Racing se tenía que<br />
enfrentar a Independiente y el DT de la<br />
―academia‖, Diego Cocca, respondió que prefería<br />
salir campeón antes que ganar el clásico.<br />
Y para colmo, lo perdió. Podría haber sido un<br />
escándalo, pero salvó todo el año consiguiendo<br />
el campeonato.<br />
Lo curioso de los clásicos es que ya trascienden<br />
al sentimiento del hincha, a la cargada<br />
y al folklore deportivo.<br />
Actualmente, en la Argentina, el máximo<br />
clásico está terminando por condicionar los<br />
mercados de pase, las decisiones dirigenciales<br />
y hasta las políticas de los clubes.<br />
Mientras River disfruta de los éxitos conseguidos<br />
de manera consecutiva frente a Boca,<br />
no hace grandes erogaciones para adquirir jugadores<br />
ni tampoco cambios fuertes en su estructura<br />
dirigencial. Lo único que preocupa en<br />
Nuñez es que el DT, Marcelo Gallado, se quede<br />
en la institución.<br />
Por el lado de la Rivera, los dirigentes no<br />
saben bien que hacer para que el efecto de las<br />
eliminaciones mano a mano contra su clásico<br />
rival no sigan aumentando el mal humor de los<br />
hinchas.<br />
Para mitigar el dolor mueven fuerte el mercado<br />
de pases, y a veces no tienen el resultado<br />
esperado, cambian de entrenador o tratan de<br />
desviar la atención del socio mostrando el excelente<br />
resultado económico que tienen en los<br />
balances del club. Pero nada de eso parece<br />
ser suficiente y menos aun cuando se trata de<br />
un año electoral.<br />
Todos estos efectos provocados por los resultados<br />
en esos partidos especiales no son<br />
exclusivos de River y Boca.<br />
Veamos otros ejemplos cercanos en el tiempo.<br />
Lanús cae derrotado en su estadio ante<br />
Banfield por 1 a 0. Al terminar la fecha, el<br />
―granate‖ aparece segundo en la tabla de posiciones,<br />
mientras que el ―taladro‖ está decimonoveno.<br />
Sin embargo, en Banfield están felices,<br />
ni se acuerdan que necesitan revalidar<br />
resultados para evitar sufrir con el promedio<br />
que los asecha y los puede dejar a punto de<br />
perder la categoría. Pueden terminar el año en<br />
zona de descenso directo, pero seguramente<br />
los escucharemos decir frases como ―pero a<br />
Lanús le ganamos siempre‖.<br />
En definitiva, ganar el clásico es una especie<br />
de medicina que puede servir para mejorar el<br />
estado de ánimo pero que muchas veces es<br />
tan solo una ―engaña pichanga‖, un placebo<br />
que no tiene más que un efecto de sanación<br />
ilusorio y temporario.<br />
Habrá equipos que sumen puntos luego de<br />
ganar su derby gracias al ―envión anímico‖ pero,<br />
lo más importante es si mejora o no el volumen<br />
de juego, y eso no suele pasar por mero<br />
hecho de ganar un partido.