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REVISTA MUNDO PLURAL NOVIEMBRE

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Mundo Plural<br />

CONFESIÓN<br />

Disculpe Padre que no sea día de confesión,<br />

pero mi culpa es tan grande que me he tomado<br />

el atrevimiento de venir a verlo sin previo<br />

aviso. Sé que es una obviedad, pero Padre he<br />

pecado. Y no una vez, o dos, o quizás tres, he<br />

pecado siete veces en una noche. Antes de<br />

pasar a mi relato, necesito que usted sepa que<br />

he sido siempre un hombre de bien. Buen hijo,<br />

buen hermano, buen amigo y, por sobre todas<br />

las cosas, un buen ―hijo de Dios‖. Sí, como lo<br />

oyó. Yo era un buen hijo de Dios. Hasta ese<br />

día Padre. Hasta ese día… Era una mañana<br />

de domingo, y como todas las mañanas de domingo,<br />

mi familia y yo concurríamos a la iglesia<br />

del pueblo. Transcurría la ceremonia normalmente,<br />

sin nada que alterara el orden de los<br />

sucesos. Hasta ese momento en que ella apareció.<br />

No era una mujer cualquiera. Era diferente.<br />

Altiva, bella e inteligente, derrochaba<br />

sensualidad al caminar. Su mirada era tan penetrante<br />

que podía ser capaz de atravesar con<br />

sus ojos la mismísima muralla China de punta<br />

a punta, ida y vuelta y sin escala. Esa era Inés.<br />

Esa era ―mi‖ Inés. Inés y yo comenzamos una<br />

relación a los pocos días de aquella mañana<br />

otoñal. Fue todo muy rápido. Con ella nada sucedía<br />

lentamente. Pero una noche pasó algo<br />

que cambiaría para siempre nuestra historia.<br />

Fui a su casa. Ella vivía sola. Recuerdo que<br />

llevé un buen vino tinto y me esperó con manjares<br />

afrodisíacos, como le gustaba llamarlos.<br />

Comimos y nos embriagamos hasta el cansancio.<br />

Seguido a eso, no se pudo esperar otra<br />

cosa que lo previsible. Nos sumergimos en un<br />

océano de pasión descontrolada y lo hicimos<br />

una y otra vez hasta el hartazgo. Ya cansados<br />

nos fundimos en un sillón y no quisimos levantarnos,<br />

ni para limpiar los desechos que habían<br />

quedado esparcidos por toda la habitación.<br />

2 Es ahí cuando le confesé mi deseo más<br />

profundo de conquistar los placeres materiales<br />

que logran tener los hombres poderosos, esos<br />

que tanto odiaban los devotos de la iglesia a la<br />

que yo asistía. Le enumeré las millones de razones<br />

por las cuales yo estaba capacitado para<br />

lograr tales sueños mundanos. Me sentí importante<br />

ante mi adorada mujer. Me sentí el<br />

mejor. Pero ella también me habló de esos anhelos<br />

Padre… Me desarrolló sus grandes cualidades<br />

para conseguir todo aquello. Y sabía<br />

que era mejor que yo. Mucho más. Siempre lo<br />

había sabido. Eso me carcomía la mente y el<br />

espíritu. Pero en un instante, porque fue solo<br />

eso Padre, tan solo un instante, sentí sonar su<br />

teléfono y la vi correr a la otra habitación para<br />

atenderlo. Sin que ella lo notara escuché como<br />

le decía a él, porque nunca supe ni sabré su<br />

nombre, lo mucho que lo extrañaba, como necesitaba<br />

tenerlo otra vez en su vida y que ya<br />

no soportaba estar al lado de un fracasado como<br />

yo. Me sentí morir. El corazón se me detuvo,<br />

pero la mente fue veloz y sin pensarlo, como<br />

una fiera desbocada, tomé un cuchillo de<br />

los que habíamos usado en aquella cena y como<br />

un demonio furioso, clavé ese látigo de<br />

metal en su corazón. La sangre se desprendía<br />

a borbotones de su cuerpo. La había matado<br />

Padre ¡Dios mío! ¡No puedo concebir que la<br />

maté! Es por eso Padre que le decía que había<br />

pecado siete veces en una noche. Siete pecados<br />

y capitales todos ellos… - ¿Qué sucede<br />

Padre? ¿A quién está llamando? Se supone<br />

que en el confesionario estaríamos sólo Usted<br />

y yo. - Enfermera lleve al paciente a la habitación.<br />

Todavía no ha elaborado la situación de<br />

haber dejado los votos por una mujer que lo<br />

traicionó. Evidentemente no ha respondido a la<br />

medicación. Refuércela esta noche. Trate de<br />

que pueda descansar y mañana tráigalo nuevamente<br />

al mediodía. Veremos si con el aumento<br />

de la dosis podemos tener mejores resultados.<br />

Vaya, llévelo por favor. - ¿Padre<br />

quién es ésta mujer? ¿A dónde me lleva? Por<br />

favor Padre, tan solo dígame que Dios me ha<br />

perdonado. - Descanse Sr. Luggini, descanse.<br />

Mañana hablaremos nuevamente y, quédese<br />

tranquilo… Dios me ha dicho que lo ha perdonado.<br />

Mariela de<br />

Gregorio

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