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El dolor de Carla<br />
Carla caminaba dando vueltas alrededor de<br />
la plaza mientras la brisa del verano le acariciaba<br />
la cara, era en ese lugar donde encontraba<br />
un refugio para olvidar su pena.<br />
Se había sentado en uno de los bancos de<br />
cemento, aunque no le importaba la incomodidad<br />
porque desde allí veía los árboles coronados<br />
de hermosas flores con vivos colores y<br />
dulces aromas.<br />
Era una joven bella y esbelta, codiciada por<br />
los jóvenes de su edad, pero ella amaba a<br />
uno solo del cual estaba profundamente enamorada.<br />
Pablo hizo su partida hacia las Malvinas como<br />
otros jóvenes para dar la vida en esa triste<br />
y dura contienda. Estuvo esperando mucho<br />
tiempo pero él nunca regresó, entonces ella<br />
quedó sola prometiéndole amor eterno.<br />
Carla – Pablo te estaba esperando, me siento<br />
como esas flores que acaricia el viento.<br />
Pablo – Soy el hombre más feliz del mundo<br />
estando a tu lado.<br />
Carla ya había abandonado la plaza y caminaba<br />
entristecida sin rumbo hasta detener su<br />
marcha, pensativa, con la mirada perdida, en<br />
su mente solo se dibujaba la figura de Pablo.<br />
Era de noche y había llegado a un lugar descampado,<br />
enseguida sintió la mano de su<br />
amado que la apretaba y le decía:<br />
Pablo – Vamos está oscureciendo y es peligroso<br />
este lugar, tenemos que llegar temprano<br />
a casa.<br />
Carla – Nada me importa, solo quiero estar<br />
con vos.<br />
En su florecido refugio había girado la cabeza<br />
y un palo borracho se elevaba casi al lado del<br />
banco. El tronco, se había convertido en el<br />
cuerpo de Carla, delgado y esbelto pleno de<br />
juventud, pero poco a poco se volvía grueso<br />
como una matrona. En sus brazos veía crecer<br />
ramas con los dedos terminados en flores<br />
blancas y rosas.<br />
¿Qué me pasa? Se preguntó a sí misma, las<br />
espinas del árbol se le acercaban a ella como<br />
si fueran gruesas agujas haciendo sangrar<br />
su corazón.<br />
De pronto se despertó, el libro que estaba<br />
leyendo se le cayó de las manos, lo recogió y<br />
de su rostro comenzaron a salir lágrimas que<br />
se deslizaban por sus mejillas. Entró en un<br />
profundo letargo y un algodón blanco como<br />
una seda la cubrió entre sus brazos y le susurró<br />
al oído, Carla te estaba esperando, volvamos<br />
a casa.<br />
Norma Noseda