Excodra XXXIX: Los griegos

Abunda en esta duda el hecho de que salvo los personajes protagonistas
del relato, acaso Odiseo y Nausica, todo lo demás parece alejado
del tono y el estilo de quién o quiénes contribuyeron al relato de la guerra
o guerras de Ilión y de las peripecias del astuto héroe que reinaba
en Ítaca. No obstante, el texto, sea auténtico o apócrifo, nos enseña
cuánto pierden los poetas por los resquicios que deja la vida.
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No puedo asegurar si fue una visión o un sueño. Tampoco si era yo
o eran mis ojos los que se hallaban emboscados detrás de unos matorrales,
que crecían en las dunas próximas a la playa de la isla de los juegos.
Allí, un hombre fuerte, de cabellos canos y piel curtida, y una muchacha
de piernas largas y suaves y rodillas brillantes, jugaban desnudos,
se perseguían, abrazaban y entraban y salían del agua. A esa hora
en que el cielo se ruboriza por la marcha del sol, la brisa salada y azul
que viene del mar me trajo la risa cristalina de la joven y la voz añosa
del hombre, pero no sus palabras, que las olas con su batir rompían antes
de que llegaran a mis oídos. Por largo rato los observé y supe que
en ese ocaso eran felices. De pronto sentí frío. Me cubrí con el himation
y al volver los ojos los amantes ya no estaban. Se habían desvanecido
como se desvanecen los sueños y yo estaba solo en algún lugar de una
playa sometida al ruido del mar.
AT
Los griegos 45 Excodra XXXIX