Libros y Perros “Semillas” de Decur Decur es un niño que habita en el cuerpo de Guillermo Decurgez. Nació en Rosario, Argentina, en 1981. Seguir el trayecto de aquel niño es como ser testigo de un rescate . El juego de dibujar, que tanto amaba en la infancia, parecía apagarse a medida que no encontraba cómo vivir de eso. Trabajó de albañil y gasista junto a su padre, luego en una fábrica como obrero y atendió un cibercafé. En pleno desaliento, descubrió la obra de Liniers como una puerta de acceso a los libros que lo inspiraron a recuperar su niño interior y dedicarse completamente al dibujo. Historietista e ilustrador, su arte es onírico, elegante, con una poética muy personal. Publicó varios libros, tales como: Merci! (2011), ¡Pipí cucú! (2013) y Mi cajón favorito (2014). En la tapa de Semillas 1 (2015, Ediciones de la flor), aparecen dos de sus emblemas: un escritorio antiguo lleno de cajoncitos y un perro. “Cuando empecé a dibujar sin parar, allá por 2009, siempre aparecía un perrito pequeñito, de color blanco, y luego fue transformándose en un chihuahua. Me divertía porque siempre estaba en una misma posición, sentado de perfil y mirando hacia adelante. Creo que es mi verdadera firma o es mi deseo que lo sea. Ese pequeño perrito empezó a llamarme y demandarme un mundo, así que nació Pedro, el biólogo. Le coloqué un pañuelo naranja y lo llevé al bosque, para que me hable y me explique cómo funciona la naturaleza. Pedro es una semilla que recién comienza a regarse”. “Más perros vendrán y más perros se irán y me ocuparé que su paso por este lugar sea lo más hermoso que pueda yo darles” En todos sus libros abundan los perros y también habrá uno en su primera novela gráfica que se estrenará este año, en Nueva York junto a la editorial Enchanted Lion Books. Su cuenta de Instagram, @decur, es un espacio fecundo para conocer su trabajo. La siembra de aquel niño de Arroyo Seco sigue presente en cada trazo. Su vínculo con la naturaleza y los animales se transmite con afecto y delicadeza. En su infancia encontró una perrita color marrón claro en la plaza y la nombró Picha: “Recuerdo cómo la extrañaba cuando iba a la escuela, 1ro o 2do grado y recuerdo cómo la extrañé cuando partió luego de haber estado 14 años en la familia. Era gordita con la cabeza pequeña, como mis dibujos”.Más adelante llegó Bimo, su perro desde 2016: “Un chihuahua vivito y coleando. Él es mi corazón, como lo es el fuego en El castillo ambulante de Miyazaki. Más perros vendrán y más perros se irán y me ocuparé que su paso por este lugar sea lo más hermoso que pueda yo darles”. Por Clara Giacobone @LibrosPerros
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