1-Soy el numero Cuatro - Pittacus Lore
ojo y verde. Empiezan siendo fuegos artificiales, pero estos dan paso a algo diferente, más ruidoso, más amenazador, y los vítores y clamores se convierten en gritos y chillidos. Estalla el caos. La gente corre, los niños lloran. Y en medio de todo estoy yo, de pie, observando sin el consuelo de poder hacer algo para ayudar. Los soldados y las bestias llegan en tropel de todas direcciones, como había visto la otra vez. La continua lluvia de bombas es tan estridente que me daña los oídos, y siento sus reverberaciones en el fondo del estómago. El ruido es tan ensordecedor que me duelen hasta
los dientes. Después, los lóricos contraatacan con tal intensidad, con tal valor, que me siento orgulloso de estar entre ellos, de ser uno de ellos. Acto seguido, algo me barre en el aire a tal velocidad que el mundo que tengo debajo se convierte en borrones fugaces que no me permiten centrarme en una sola cosa. Cuando me detengo, estoy de pie en la pista de un campo espacial. A cinco metros hay una aeronave plateada, y unas cuarenta personas esperan en la rampa que conduce a la entrada. Ya han entrado dos personas: una niña y una mujer de la edad de Henri. Están
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- Page 702 and 703: presencia mi entrenamiento. —¿Cu
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- Page 706 and 707: como si estuviera flotando. Me aden
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- Page 736 and 737: sentimientos profundos hacia Sarah,
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- Page 740 and 741: a Sarah. Pienso en lo que me ha dic
- Page 744 and 745: de pie en la puerta, con los ojos f
- Page 746 and 747: cubierto de sudor, mugre y sangre.
- Page 748 and 749: de bombas, los grandes destellos de
- Page 750 and 751: en el fondo y empieza a guiar a los
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- Page 762 and 763: nosotros, en la nave espacial, just
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- Page 770 and 771: árboles. Sarah lleva unas orejeras
- Page 772 and 773: sobrevuela, graznando con fuerza.
- Page 774 and 775: —Pues ven a darme calor — conte
- Page 776 and 777: pregunta Sarah. —No lo sé. Es un
- Page 778 and 779: encima del hombro de Henri. —¿Qu
- Page 780 and 781: —Eso es. No es que no quisiera ha
- Page 782 and 783: —Que tengas un buen día. No te m
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los dientes. Después, los lóricos<br />
contraatacan con tal intensidad, con<br />
tal valor, que me siento orgulloso de<br />
estar entre <strong>el</strong>los, de ser uno de <strong>el</strong>los.<br />
Acto seguido, algo me barre en <strong>el</strong><br />
aire a tal v<strong>el</strong>ocidad que <strong>el</strong> mundo que<br />
tengo debajo se convierte en borrones<br />
fugaces que no me permiten<br />
centrarme en una sola cosa. Cuando<br />
me detengo, estoy de pie en la pista de<br />
un campo espacial. A cinco metros<br />
hay una aeronave plateada, y unas<br />
cuarenta personas esperan en la<br />
rampa que conduce a la entrada. Ya<br />
han entrado dos personas: una niña y<br />
una mujer de la edad de Henri. Están